Ahora hay motivos, dice Colau. Hay motivos para apoyar y a asistir y dar cariño a los actos verbeneros de la Diada que organiza la Assamblea Nacional Catalana (ANC). Pífanos y cadenas humanas por el 11-S, cuando llueve en Cadaqués, cuando florecen la peana de Casanova. Se instrumentalizaron los Juegos Florales en Cataluña, y en ésas andamos desde que la cuestión catalana es catalana y desde que el mundo es mundo. "Con flores a Maciá, con flores a porfía", que bien lo sabía Artur Mas cuando se ponía solemne las fiestas barretinas de guardar: cuando el papi Pujol se iba con la prole a fer pais: por los desmontes del Aneto, por la metálica Andorra. Puro Pirineo.
Colau dice tener motivos para secundar a esta Convergència de cachiporra que se nos ha quedado. Colau tiene motivos para sacar la cacerolada que antaño sonaba para los desahuciados; Colau es esa Cataluña que se puede, dicen. Ella es una Agustina de Aragón con la estelada en modo depende, y sobre la estrella de la banderita, una interrogación calculada sobre la identidad del ser y del sentir. Sabemos que Colau va de luces largas y la vimos sonreír en los carteles de Madrid y de Zamora, junto a las gafas de pasta de Oltra, la miopía de Errejón: la sonrisa de un país, o de 17. La cosa era estar, y Colau estuvo amorosa en la hegemonía de lo suyo. Colau saca partido.
Colau guiando al pueblo en las manifas de las Diada, sólo faltaba... Colau pasó del megáfono al balcón, de la pancarta al bastón consistorial, con ese soft power y esa lluvia fina de saber hacer que cala en los alternativos de las pulseritas y en los pollopera de la Bonanova. Colau ha demostrado ser la más inteligente sobre el charco político de Cataluña; dice que su partido (que sacará para 2017) tirará por un "catalanismo popular de izquierdas" (lo cual es un imposible ontológico), y que quiere comerle la tostada -la centralidad del espacio político catalán- a JxSI. Lo tiene fácil: Puigdemont está cogido por ahí mismo, por la confianza, sometido a la volatibilidad de la comuna de los cuperos.
En esto que Colau dice, piensa, demuestra que hay motivos para ponerse a liderar el nuevo amanecer de una Cataluña dulzona. Que hay motivos para "defender la legitimidad de las instituciones catalanas y la soberanía de Cataluña", y que por eso ejercerá de anfitriona, de reina madre, en toda esa manifa viral del 11-S y que, cuenta este periódico, "se celebrará paralelamente en cinco puntos de Cataluña: Barcelona, Berga, Lleida, Salt y Tarragona y lleva el lema A punt (A punto)".
Y quien está a punto es Colau, a punto de caramelo.
Su límite es el Cielo; Colau rentabilizó los desahucios y ya le habla de tú a la Hillary Clinton.