El pacto anticorrupción de Rajoy y Rivera. pic.twitter.com/fMcz3llHwh
— Tony Soprano (@Soprano_An) 28 de agosto de 2016
El poder de un secreto reside en el silencio con el que se envuelva. Sin ir más lejos, el silencio del poder judicial envuelve el secreto de un país donde la corrupción es sinónimo de gobierno. Así viene pasando en España desde los primeros tiempos de nuestra transición, cuando el secreto quedó ocultó bajo tierra, junto al cadáver de Franco.
Con el nuevo reparto de poderes, se dejó fuera a la verdadera izquierda. De esta manera tan exclusiva, no existirían los obstáculos para que poder judicial y poder legislativo sirvieran como mediadores a la hora de someter a la ciudadanía al poder ejecutivo. Con la excusa de que los poderes eran lo más parecido a las aspas de un molino satánico que se movía por mano del antiguo régimen, se hizo un pacto de silencio por el cual, tanto el poder legislativo como el poder judicial se subordinarían a un molinero representado por el poder ejecutivo. De esta manera tan propia, íbamos a ser molidos mediante la rueda del silencio.
Pero en los últimos tiempos, aunque el secreto aún no se escuche, ya huele y pica. De momento, todo indica que la ciudadanía no es apta para elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial y de esta manera los pastores seguirán sometiendo al rebaño mediante los togas.
Algo parecido han dado a entender Rajoy y Rivera durante esta última semana de cañerías y desatascos. Todo apunta que ambos están de acuerdo en la necesidad de privatizar el poder judicial y convertirlo en una entidad corporativa, que viene a ser lo mismo que no cambiar mucho para que todo gire igual que antes, es decir, engrasando las aspas al viejo molino de las corruptelas.
De lo contrario, no se entiende que Mariano Rajoy quiera desenterrar secretos sumariales; al presi se le iría el chollo. Entre otras cosas, el poder de su secreto ha residido en la sombra que ha ido envolviendo cada uno de sus movimientos. Lo más parecido a una mancha de betún sobre un cielo negro.
Como diría Tony Soprano, Rajoy tiene que jugar bien sus malas cartas porque, si nos enteramos de que su secreto reside en que no tiene tanto poder, se le jodería la partida. Tendría que revelar un antiguo secreto de aquellos tiempos en los que nos hicieron votar una constitución escrita por la mano de un cadáver. Aquellos tiempos en los que nos hicieron comulgar con ruedas de molino.