Nada como un histérico para que las cosas queden claras, gracias a la emisión de síntomas a chorros que el histérico produce. Aquí el histérico es (¡con perdón!) el bueno de Miquel Iceta, que se ha convertido en el transmisor espontáneo de la mentalidad del PSOE, facción PSC, que es donde el PSOE se da de manera más tortuosa y más pura. El “no, no y no” de su líder Pedro Sánchez podía interpretarse –y así lo hemos venido haciendo– como una cantinela beata. Pero la soflama de Iceta el sábado en la Fiesta de la Rosa no necesita interpretación alguna: es religión en vena.
Ya había sido sintomático el celebrado bailecito de Iceta en la campaña de las elecciones catalanas. Después de haber hecho prolongadamente el canelo y haber tenido enormísima responsabilidad en la situación de Cataluña, al PSC no le quedaba discurso. Dijera lo que dijera era marear la perdiz, sin convicción. Así que lo mejor era no decir nada y echarse a bailar. Iceta lo cazó al vuelo y dejó que hablara por él su cuerpo rumboso. (Como suele ocurrir, se tomó por desenfado lo que era pura desesperación).
Ahora lo ha vuelto a hacer, y ha escenificado lo que corría por dentro. Repitamos sus palabras, porque se las traen: “Pedro, ¡mantente firme! ¡Líbranos de Rajoy y del PP! ¡Líbranos, por Dios! ¡Líbranos de ellos!”. Este discurso de Savonarola enloquecido estuvo muy bien interpretado: lo dijo con tono y gestualidad de Savonarola enloquecido. Iceta es un político que baila y enloquece y sabe fanatizarse y fanatizar: muy ilustrado todo. Él debe de ser uno de los extremos por los que se termina, o se ha terminado ya, hace rato, la socialdemocracia.
Como todas las religiones, no deja de enunciar un mundo cómodo; trabajoso, doloroso incluso, pero cómodo: para el espíritu, para la cabecita. Tener a un malo absoluto descansa mucho. Esta es la función que para bastantes cumple el PP: ocupar la casilla mala de una predeterminación maniquea. Desde luego, el mal se extiende fácticamente por más sitios: pero solo en el PP se unen lo fáctico y lo ontológico. Los demás son males con “pero”. Es corrupto pero nacionalista (léase –que así es como se lee, tiene narices– antifranquista); es corrupto pero progresista: o sea, son corruptos que no tendrían que serlo. Con el corrupto del PP se cumple el maravilloso acople del malo que tenía que serlo. Con ese malo todo está en orden: indigna, pero tranquiliza. Confirma en la práctica la maldad teológico-política que ya se daba por sentada.
El asunto, por tanto, para el PSC-PSOE, por boca de Iceta, es que el PP es Satán y no hay ni que rozarse con él. ¡Líbranos, Señor! Y estos son los laicistas...