Rezaban el rosario en la madrugada del 1749 por la muerte de un vecino de Espera, Cádiz, cuando empezó una trifulca entre dos hermandades, la de la Vera Cruz y la de las Ánimas. De la tensión entre los vecinos todavía se habla, la cosa acabó a farolazos tras el rosario de la aurora. A esas horas en las que los mozos pendencieros iban por la calle con el ánima fresquita y los cuerpos deseosos de refriegas se armó la mundial. Ninguno contribuyó a la paz: ni el cura ni los hermanos.
Que la historia sea así o parecida es lo de menos, la cuestión es que nadie recuerda cómo empezó la bronca y sí cómo acabó: como el rosario de la aurora, decimos siglos después. Cuentan los chismes del dieciocho que un religioso se fue al otro mundo por los golpes recibidos por un buey que se había escapado. Otros dicen que los quintos provocaron a los penitentes y acabaron a macetazos entre las letanías. La versión de los bueyes no las tenemos, ni falta que nos hace. Lo que sí tenemos es el resultado, insisto: como el rosario de la aurora.
De cómo empezó la cosa de Ferraz tampoco tenemos datos exactos, de quién arrancó a quemar los cirios de la procesión del hermano Sánchez, tampoco. Averiguar quién tiene algo de culpa en el Cluedo socialista es algo que queda más para Jessica Fletcher que para la prensa. Posibilidades hay muchas: si la andaluza fue la primera, el manchego le prestó cerillas, el extremeño sopló la llama o el valenciano azuzó. Luego está la prensa, editorializando la vida política como si no hubiera un mañana. Después, las redes sociales, hambrientas de hacer memes, burlas y chistes. Nada más fácil para hundir que ridiculizar.
El rosario de la aurora es ahora, justo cuando en la cartelera anuncian Un monstruo viene a verme y El tiempo de los monstruos. Justo cuando se separa Brangelina. ¿Lo veis? Es fácil hacer chistes malos. Tan fácil como salir en plan dolorosa a lo Felipe González y decir que te sientes engañado porque le dijeron en privado bla bla bla… Resulta que él dijo “OTAN, de entrada no” en público, no en privado, y fue presidente. Pero, no había Twitter. Había prensa complaciente.
Es época tensa. De esto no hay duda. Quien más fácil lo tiene es quien no se mueve. Basta esperar desde el balcón para ver cómo se dan garrotazos y farolazos comiendo pipas. El cuento se escribe bajando al final a la calle y diciendo: “esto acaba como el rosario de la aurora. Lo sabía”. Somos de tópicos.
España ya está guionizada. No hay sorpresa. Nos repetimos. Este país está relleno de pisto y de refranes. ¡Y de broncas! Lo que nos gusta una pelotera no cabe en este folio. Somos de disputas, agarradas, reyertas y marimorenas. Lo mismo una jarana que un alborozo. Antes sin tertulias donde ponernos en plan moros y cristianos y ahora sin pregoneros que canten el cisco y las bataholas. Basta un paseíto por El Prado para verlo todo pintado como un anticipo de lo que somos o un repasito por la literatura. No hacen falta editoriales. No hay espectáculo que más entretenga a la concurrencia que un duelo con mucho verbo y mucha espada. Desde Don Mendo a los garrotazos de Goya. De soluciones sabemos poco, de pintura negra y esperpento, un rato.