Los españoles hemos demostrado al mundo que con nuestros símbolos nacionales no se juega. Que estamos dispuestos a lo que sea por nuestra dignidad, orgullo y tradiciones, y que quien juegue con ellas se arriesga a recibir insultos y airadas protestas. El mundo ha visto que somos mucho menos tolerantes con los ingredientes de una paella que con la corrupción.
Jamie Oliver es un cocinero internacionalmente conocido. Un espíritu libre que, además de ganar mucho dinero con sus libros y programas de televisión, tiene la conciencia social suficiente como para embarcarse en batallas para intentar reducir la obesidad infantil en países enteros. Como otros cocineros, interpreta las recetas con libertad, refleja en ellas sus gustos, y entremezcla e hibrida tradiciones derrochando creatividad, con notable éxito a nivel mundial. Todo muy bien... hasta que se le ocurre hacer una paella, y ponerle chorizo.
En ese momento, la ira de miles de españoles cae sobre el cocinero, ya experimentado en estas lides: recibe insultos, improperios y descalificaciones de todo tipo a través de las redes sociales, y termina explicando que se inspiró en una abuela española que la hacía así. En el país donde muchos turistas se sientan en una terraza y les sirven una basura que todos llaman paella sin despeinarse pero que, en realidad, es un infumable arroz descongelado y calentado en pocos minutos, nos ofendemos porque alguien le pone chorizo. En España, no es no y paella es paella.
Aprendí a hacer paella con un valenciano de pro. La hago a menudo, y mis amigos afirman que está muy rica. La paella que hago no se parece en nada a la que mi amigo me enseñó: llevo años interpretándola como me da la gana, introduciendo variantes, y por supuesto, pienso seguir haciéndolo. Si eres de esos que es autoproclaman puristas, es tu problema.
¿Qué clase de país monta en cólera porque alguien, buscando homenajear y difundir una receta española, llame paella a una variación reinterpretada de la original? ¿A qué vienen esos insultos, esa irritación, esa defensa numantina de símbolos y tradiciones? ¿Qué tiene de malo que cada uno haga la paella como quiera? ¿Vamos ahora a montar una Real Academia que impida llamarle paella si no es como dios manda? ¿En qué maldito versículo de la Biblia dice Dios cómo hay que hacer paella?
Sí, el ejemplo de la paella es una tontería. Pero resume de manera brutal la actitud de muchos españoles con respecto al cambio, a la libertad creativa o a la innovación. Ni se te ocurra hacerlo, o saldremos en tromba a insultarte.
Y así nos va.