¡Con Gürtel usted también puede ser corrupto! es el eslogan con el que seguramente soñaron Francisco Correa, Luis Bárcenas y el Partido Popular cuando pusieron en marcha la trama que empieza a ser juzgada estos días. Correa tuvo la virtud del visionario al crear una nueva forma de entender la actividad política en beneficio de uno mismo. No fue el primero en hacerlo pero sí el primero en socializarlo, en compartirlo: creó empleo en todos los apartados de la cadena alimenticia, diseñó una cartera clientelar de amplio espectro, universalizó la calderilla y la puso al alcance de más bolsillos; la acercó a los más necesitados, a ese pueblo liso y llano, a esos mediocres apparatchik de partido que también querían meter la mano y que hasta entonces veían cómo los que se lo llevaban crudo siempre eran otros. Con Correa, esto cambió. Había para todos siempre y cuando estuvieran al amparo de cualquiera de las plantas de Génova 13, y siempre y cuando supieran cuáles eran sus límites a la hora de arramplar.
Esta filosofía política se sienta ahora en el banquillo. Pero Rajoy, no. Ni está ni se le espera, al menos en esta fase del contubernio más sobrecogedor de la Democracia española. Está el partido en el patíbulo pero no su presidente. Hablarán otros pero él callará. Es más, en el Partido Popular opinan que lo peor de la corrupción ya ha pasado para ellos, que el PSOE les ha sacado del apuro y que Dios, que como todo el mundo sabe es muy de derechas, les ha venido a ver con la tragicomedia de Ferraz. Fue esta la conclusión a la que llegaron la pasada semana los responsables de comunicación de los distintos ministerios populares en magna asamblea. “Lo peor ya ha pasado y Mariano está subiendo”, me dijo uno de los asistentes. Y lo decía convencido. Y a lo peor hasta tenía razón.
El ciudadano olvida. Y olvida pronto. Ha olvidado, por ejemplo, que al amparo de una siglas, y no sólo de éstas, Francisco Correa, también conocido como don Vito montó una red de comisiones y subvenciones ilegales que saqueó las arcas públicas con el apoyo de Génova 13; olvida asimismo la existencia de la multimillonaria caja B de los populares que gestionaban los también imputados Bárcenas, Álvaro Lapuerta o Ángel Sanchis, los amos de todas las finanzas del Partido Popular durante tantos y tantos años; incluso se han borrado de la memoria colectiva, parece ser, los 40 millones en paraísos fiscales propiedad de Luis sé fuerte y otros compañeros de armas. También las dádivas obscenas, la prepotencia escénica, la boda de Estado de El Escorial, las 40 páginas de Hola con la hija del presidente, los bigotes de Álvaro o los trajes del amiguito del alma. Olvida el ciudadano, ya nos vale, como olvidó la ex ministra Ana Mato, amnésica ella, que tenía un Jaguar de su marido en el garaje y no sabía de dónde había salido, ni quién había pagado las facturas de la comunión de su hija, ni los globitos y el castillo hinchable de su cumpleaños, ni las vacaciones de la familia o los viajes del servicio a Perú…
¡Chorizos! Chorizos de chorizar, de robar, que dice el diccionario. Trincones que al amparo del servicio público –Ana Mato llegó a ser ministra, hay un sinfín de alcaldes, algún presidente de Comunidad también ha pasado por los tribunales, consejeros de las mismas, concejales varios, funcionarios sin escrúpulos de medio pelo y escasa ética– trincones, repito, que arañaban los bolsillos del contribuyente. Delincuentes de seis ceros y chorizos de billetes de 500 unidos en Gürtel en perfecta cohabitación para socializar el hurto, la estafa, el fraude, la ratería, el desfalco, el saqueo, la malversación, el pillaje, el timo o el atraco a subvención armada.
Y Mariano Rajoy a un paso de ser investido nuevamente presidente del Gobierno de España. Y la imputada Ana Mato colocada por su partido de toda la vida en Bruselas.