En una sola y misma semana me han pasado dos cosas que me han dado que pensar (más). Una pasó el miércoles. Participaba yo, como ese día suelo, en la tertulia de actualidad del programa Las Mañanas de RNE, capitaneado por Alfredo Menéndez. Hablábamos de la señora fallecida en Reus porque le cortaron la luz y se alumbraba con velas que ardieron más de lo políticamente correcto. Comentábamos el peloteo de responsabilidades, tuya, mía, teva, meva, desencadenado entre compañía energética, Administración, vecinos y hasta parientes de la difunta. Y a mí me vino a la mente la parábola de un chiste en que un conductor se ve forzado a dejar su coche parado en plena carretera, con una rueda pinchada y ninguna de recambio. Vuelve al rato con una rueda nueva bajo el brazo y al encontrarse un sujeto manoseando la batería del vehículo le dice como poco: “¡eh, tú! ¿qué haces?”. El así interpelado pega un respingo, pero al ver que quien le interpela lleva en la mano una rueda, justo la que le falta al coche, razona conciliador: “Venga, amigo, pa ti la rueda, pa mí la batería”…
Lo malo es que en la versión original y primigenia del chiste, tal y como toda la vida se ha contado, el señor que hurgaba en la batería del coche era gitano. Así lo solté yo inocentemente por la radio, sin pensar en mayores malentendidos. Cuando vi que Alfredo Menéndez me apuntaba: “¿y si en vez de gitano, decimos delincuente común?”, comprendí la punta que se le podía sacar. “También podemos decir catalanes”, remaché yo. Pensando, ya que pisas un charco, písalo completo.
Por una vez, la feroz autoironía sobre mi origen pasó flamantemente desapercibida. Ni un solo troll pretendió que yo acuso a los separatistas de desguazar coches españoles. En cambio supe que culebreaban quejas por sospechas de racismo y antigitanismo. Me quedé tan pasmada como perpleja, ya me perdonarán el redundar.
Por si acaso y por respeto a Alfredo Menéndez, le sugerí yo misma aclarar el tema por antena y hasta disculparme si alguna sensibilidad sincera (no de las otras) había podido herir con mi chiste (que no opinión).
Unas horas después transcribía para esta santa casa, para EL ESPAÑOL una entrevista en mi opinión estupenda, no tanto por la entrevistadora, esta vez, como por la entrevistada: Julia Otero. Una apasionada comunicadora curtidísima que sin embargo no ha perdido el anhelo de lucidez y serenidad y hasta cierta capacidad de asombro.
De los muchos posibles titulares generados por esa enjundiosa entrevista, optamos por destacar aquel en el que Julia Otero, gallega de sangre, catalana de adopción y española tan inequívoca como inefable, se lamentaba del desgaste de la cuestión catalana, a su modo de ver tan mal gestionada y hasta podrida, que ella se teme que ya no quede otra manera de cortar por lo sano (como yo entrando por teléfono en Las Mañanas…) que sacar las urnas a la calle. Que por si quedaba alguna duda, dejó claro que en tal caso ella saldría la primera a votar NO a la salida de Cataluña de España. “Y espero que fuésemos mayoría”, remachaba.
Gran impacto en redes. Como ella misma pronosticaba, recibió puyazos de incomprensión por los dos lados. Suerte que también hubo quien la aplaudió por valiente.
Miren, hay días, semanas, meses e incluso años enteros en que el mundo parece un mal sitio para sentarse a hablar. Pero la vida sigue, el camino sigue, el corazón sigue. La imbecilidad no puede evitar que el vasto mundo siga girando. Eppur si muove.