Anda preocupado Pablo Echenique por la menguante credibilidad de la prensa española. Lo explica en su Facebook, indignado por la bronca patibularia en la que se enzarzaron hace unos días Eduardo Inda y Carolina Bescansa en el programa La Sexta Noche. Se ve que no es espectador habitual de La Sexta, Echenique. Si lo fuera, ya sabría cuál es el tono habitual de los tertulianos que acuden a ella, incluidos sus compañeros de partido.
Habrá en cualquier caso que agradecerle a Echenique tanto desvelo. En este país la prensa ha tumbado gobiernos tanto de derechas como de izquierdas, pero ha tenido que llegar su partido a la arena política española para que la supuesta decadencia de la prensa sea tema de conversación en todas las facultades de politología de este país. De “terrible” califica Echenique la situación. Y luego de su diagnóstico, totalmente limpio de cualquier tipo de contaminación ideológica o de interés por su parte, se da la razón a sí mismo con un “esto es así”. Pues nada: amén.
En realidad, si la prensa tiene cada vez menos credibilidad no es por las razones que esgrime Echenique en su texto sino por casos como el de la niña Nadia. O como el de la cuenta falsa de la supuesta tuitera siria de siete años Bana Alabed. O como muchos otros en los que el incentivo para mentir no ha sido tanto político como de orden sentimental. Sentimentaloide, más bien. Ese 98% de probabilidades de victoria que le daban los medios a Hillary Clinton antes de las elecciones que ganó Donald Trump, por ejemplo.
Habrá que recordarle también a Echenique que uno de los periodistas a los que cita positivamente en su texto es Jordi Évole, que no sólo no es periodista ni hace periodismo sino que se tragó a dos carrillos las mentiras del padre de Nadia y contribuyó con su apoyo a darle vuelo a lo que los Mossos d’Esquadra están investigando ya como una posible estafa. Si eso es el periodismo “no manipulado y no mentiroso” que Dios nos pille confesados con el otro.
En esa mentira, por cierto, cayeron muchos otros periodistas de La Sexta. Que, casualmente, es la cadena que más ha apoyado a Podemos a lo largo de su breve historia. Aunque tampoco puede quejarse Echenique del resto de medios. La Vanguardia se ofreció sumisa hace apenas una semana a cambiar una foto de Ramón Espinar cuando este se quejó en Twitter de que la imagen no le parecía lo suficientemente buena. La frase del community manager de La Vanguardia fue, literalmente, “oído cocina”. No le he oído a Echenique quejarse de esa evidente genuflexión de un medio de comunicación privado frente a los caprichos narcisistas y pijísimos de los privilegiados de la casta.
Sí se queja Echenique en su Facebook de la SER por la hipotética manipulación de unas palabras de Pablo Iglesias en las que este dejaba claro cuál cree que es el papel de las mujeres: madres, cuidadoras y camareras en hogares sociales. Y eso que la SER rectificó de inmediato a toque de silbato de Pablo Iglesias a pesar de que el extracto que había hecho de las declaraciones de este era impecable desde el punto de vista periodístico. Pero se ve que Podemos es un público difícil: aun rectificando las noticias a su gusto te acusan de manipulador. Que las escriban ellos directamente y así nos ahorramos problemas.
Que uno de los líderes de un partido que se ha beneficiado como ningún otro del apoyo explícito y acrítico de varios medios para su llegada al poder se queje de la prensa entra dentro del terreno del Club de la Comedia. Está visto que no les basta con que la prensa reniegue de su criterio periodístico para ajustarse a sus demandas. Ellos quieren más.
Queda por saber qué entienden ellos por “más”. Intuyo que no se refieren a más libertad de prensa ni a más objetividad, más profesionalidad o más medios. Intuyo más bien que se refieren, precisamente, a más mentiras y manipulaciones. Pero de las suyas. Que no son mentiras ni manipulaciones sino postverdades o como sea que lo llamen en los círculos de Podemos.