Héroes y víctimas de Dios
Seguro que les suena esta imagen. Puede que la hayan visto más de una vez porque ha dado la vuelta al mundo. El lunes pasado, durante la inauguración de una exposición, el policía turco Mevlüt Mert Altintas acribilló al embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, en represalia por las matanzas de Alepo. Tras unos segundos de confusión -¡Allauh akbar!- el fotógrafo de Associated Press Burzhan Ozbilici disparó y disparó su cámara mientras el autor del atentado clamaba por Siria a la espera de ser abatido. "¡Sólo la muerte me llevará de aquí!", decía.
Si ésta foto no registrara un asesinato y anticipara otro, si esta imagen no congelara el momento culmen de un crimen, si fuera sólo un fotograma y no el retrato del odio que destilan las millones de muertes perpetradas en nombre de Alá o contra Alá, todos admiraríamos su composición sin remordimientos.
La geometría es perfecta. La verticalidad del protagonista, un poco escorado a la derecha, rompe los planos paralelos del suelo, las paredes y los cuadros alineados al fondo. En el centro, el hombre, joven y guapo, grita mientras sus extremidades esbozan una equis tensionada en los detalles: el talón derecho un poco levantado, en la mano diestra el arma caliente, el pie izquierdo alineado con la cabeza y el índice de la mano izquierda, como salido de un cuadro de El Greco, señala el lugar exacto donde el Dios único del salafismo amenaza a la Trinidad cristiana.
A sus pies, un hombre grueso como un fardo yace en posición decúbito supino mientras muere. No se le aprecia el rostro, que segundos antes se ha encogido azuzado por terribles retortijones al ritmo de los disparos, pero sí la suela desgastada de sus últimos zapatos.
El hombre que se ha adentrado en la muerte, emisario de Putin en Ankara, es una víctima indefensa, además del representante en la tierra de los cazas rusos que surcan el cielo de Alepo. Su ejecutor, el joven que sabe que va a ser abatido, se ha hecho pasar por guardaespaldas para acercarse lo suficientemente a su objetivo. A ojos yihadistas, sin embargo, es un mártir de 22 años que entrega su vida para que el mundo repare en el dolor que cruzados y herejes infligen a Siria.
Las familias y amigos de ambos van a sufrir mucho. Puede que alguno guarde en secreto esta foto en la que aparecen todos los héroes y víctimas de Dios.