La declaración -este lunes- del vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez Maillo, según la cual "sí ve a Rajoy doce años" en el Gobierno sólo puede entenderse como una declaración de intenciones del propio presidente a través de su subalterno.
Martínez Maillo trató de justificar su razonamiento con una pregunta retórica que dice más de su obediencia que de su criterio: "¿Quién prescinde de lo mejor que tiene?", dijo. Pero lo cierto es que siendo -como es- el responsable de la ponencia política y de Estatutos del congreso de febrero, su parecer supone coartar de antemano a quienes, dentro del PP, reclaman que la limitación de mandatos pase a formar parte de las reglas de juego.
Además, no se puede olvidar que con sus declaraciones Martínez Maillo subraya la vocación de permanencia que el propio presidente amagó este mismo lunes en una entrevista en El Faro de Vigo, cuando preguntado al respecto zanjó la cuestión con una frase ambigüa a beneficio de inventario: "Luego Dios dirá".
La posibilidad siquiera de que Rajoy pretenda estirar su mandato 12 años no solo quiebra el compromiso de limitación de mandatos inaugurado por Aznar y ratificado por Zapatero. También supondría la voladura del acuerdo de gobernabilidad alcanzado con Ciudadanos, que en su punto 96 contempla la limitación de mandatos a dos legislaturas como garantía de regeneración democrática. Rajoy debe despejar la incógnita que él mismo y su vicesecretario han puesto sobre la mesa. No sólo está en juego su propia credibilidad sino la de todo su partido. Un pacto no puede sustentarse ni en cambios constantes de pareja de baile ni en el cuestionamiento frívolo de los compromisos adquiridos.