¡Ay, mísero de él! Muta Santa Claus en Satán Claus y reinstala, cuando aún no nos habíamos repuesto de la interanual y despedrochada ingesta masiva de uvas, una delegación comercial del infierno de Alá en una discoteque estambuleña. Desmiente, pasado el rato, el primer ministro turco, en pleno sindiós informativo, que el asaltante fuese vestido de Papanoel.
Algo muy lógico: ¿pero a Santa no le tocaba ejercer la noche del 24? ¿En qué coño quedamos? ¿Es la actualidad la que realmente es o la que a algunos les gustaría que fuese, o sea, algo hollywoodiense y multicoloreado cual peliful de la Disney rodada en Alepo?
La respuesta adquiere forma de saldo: 39 muertos, 69 heridos y la abrumadora sensación de que alguien debería regalar calendarios de adviento a estos lobos solitarios del ISIS para que aclaren de una vez, entre chocolatinas, ese desbarajuste posnavideño, revientacotillones y sangrante que tanto nos corroe.
¡Ouh, ouh, ouh! Navidades negropoliciales, pero que muy negropoliciales, las que nos han estallado encima. Arranca este 2017 en pleno jacuzzi de sangre que nos recuerda que, en modo war, no existen festivos ni festejos. Mi abuela, teórica del sillón-ball que siempre tuvo la palabra exacta para definir nuestras desvergüenzas globalizadoras, lo hubiese clavado: “Ya no saben qué inventar estos de la Coca-Cola para sorprendernos”.
Llega la chispa de la Muerte. Tras los ERES Zero Zero, el Santa Caos radicalizado en su yihad individual en plena campaña contra la Navidad cristiana. Que Alá nos coja pluriconfesados.
Y, después de esto, ¿qué será lo siguiente?, ¿la Cabalgata? Tendremos que fiscalizar, DNI a DNI, a los miles de concejales de festejos de este país, pintados de negro en plan Baltasar, para que no se nos cuele un kamikaze islamista en su lugar.
Aclarémonos: ¿serán los Reyes Magos de esta noche los padres, se tratará de terroristas kalashnikovados o sólo de meros figurantes del spot de El Almendro? Nunca se sabrá.
A esos tipos les ha dicho una y mil veces que mirar fijamente el sol con armas automáticas en la mano puede quemarles los ojos, pero no hacen caso. No en vano, son rematainfieles en pos de sus 72 rijosas huríes del Paraíso. Eso sí que da para fotón en la Instragram.
¡Entre tanto, Carmenuela, vaya haciendo acopio de maceteros gordos gordos para protegernos de estos falsos Baltasares, porque la cosa se está poniendo imposible!
¡Hágalo ya, mujer! Por mucho que alguien no se lo perdone… ¡nuncanunca!
Pero tampoco me vista a los Magicians de Locomía, por favor.