Si por algo se caracteriza la policía es por perseguir poco -o nada- el mayor delito de todos, me refiero a la injusticia social. Un delito que, en buena medida, origina todos los demás. Por lo dicho, en una sociedad justa sería injusto pensar en la existencia de la policía o de cualquier otro cuerpo de represión directa.
Estas cosas son las que me traen hasta aquí siguiendo el hilo de un comentario de Antonio Maestre, que no es precisamente un policía, sino un hombre que informa bajo el ángulo del pensamiento crítico. Por lo visto, el otro día Maestre soltó un tuit irónico y que a su vez fue respuesta al alcalde de Casasimarro que deniega una placa en su pueblo por el aniversario de la Matanza de Atocha. Para "no herir sensibilidades".
Ya va para cuarenta años cuando, un día de invierno, unos pistoleros llamaron al timbre de un despacho de abogados laboralistas. A cañón tocante aliviaron sus pipas de balas. Uno de los abogados asesinados era natural de Casasimarro, el pueblo conquense cuyo alcalde da ejemplo de sensibilidad negando su sitio a la memoria.
Años después de la matanza, la hipótesis del plomo italiano sigue pesando en la contribución de la Operación Gladio que llevaría su acción hasta nuestro país, ante el temor de una Class War, que dicen los guiris. Era muy poca la moderación que le quedaba al proletariado de aquellos días y eso estaba sucediendo en España cuando los pistoleros llamaron al timbre.
El año anterior, en Vitoria, las fuerzas de represión directa entraron en una iglesia dispuestas a sacrificar a los asamblearios allí reunidos. En esta ocasión no llamaron a la puerta. La matanza de Vitoria, así como la de Atocha, son expresiones de la represión vivida en aquella época, cuando el movimiento obrero español entraba en su fase más coordinada, armándose con huelgas.
Pero volvamos al tuit que encabeza esta pieza porque resulta revelador comprobar cómo un policía no puede reprimir el impulso de sus dedos para teclear unas opiniones, en este caso, igual de válidas que sus conocimientos. Me refiero a Sánchez Fornet, que tiene momentos propios de un poli de comedia capaz de detener a Charlot por caracterizarse de Hitler.
Con todo, más que contestar al policía Sánchez Fornet, me gustaría contestar al compañero Maestre para recordarle lo peligroso que resulta -en una sociedad injusta- poner la ironía por escrito. La policía, que lo sigue y persigue, puede perder el hilo.