Un periodista es un incansable voyeur. Con una frase parecida, Gay Talese arrancaba su crónica titulada El reino y el poder que se publicaría en castellano a principios de los años setenta. Desde entonces hasta ahora, Gay Talese ha ido construyéndose un traje a medida con cada una de sus piezas, impecable y de una elegancia narrativa que se acomoda a la realidad hasta hacerla entrar por los ojos.
Ahora Talese vuelve a ser noticia porque acaba de sacar otro libro. Se titula El motel del voyeur y resulta toda una provocación por haber superado las dimensiones del género periodístico. Antes de publicarse, saltó la noticia de la falsedad de su relato. Con todo, el libro es de un realismo que consigue dañar los ojos pues -en realidad- la historia sucedió tal y como nos la cuenta Talese, convirtiendo el filtro de la mirada en el eje central de su relato.
Cada vez que se acerca al agujerito, una pregunta flota alrededor de la lectura ¿Qué impulsos llevan a un hombre a espiar a sus semejantes? Llegará un momento en el que las respuestas se agoten. Más que el placer de ser testigo de las intimidades ajenas, lo que se busca es la sensación de poder que otorga el hecho de ver sin ser visto; cuando el sujeto observado ignora que es observado. No sé si me explico pero el placer íntimo del voyeur es el mismo que se hace público en estos días que Talese llega con nuevo libro. El mecanismo oculto de las coincidencias ha hecho coincidir el libro de Talese con el espectáculo íntimo que se traía el Jefe del Estado con Bárbara Rey.
El protagonismo de la pareja, formada por Juan Carlos de Borbón y Bárbara Rey, ha eclipsado el verdadero conflicto, el que surge cuando entra en juego la bolsa pública, utilizada para pagar silencios. Esa es la victoria del poder mediático, el mismo que retrataba Talese en El reino y el poder, el mismo que consigue que la gente sea distraída por los detalles más íntimos.
Ante las sábanas revueltas de una alcoba las respuestas nunca se agotan. Surgen las leyendas, los saltos de tigre y los chirridos del catre, como si abrieran las puertas de una jaula. El asunto consiste en dar al contribuyente sensación de poder, tocando su voyeurismo más íntimo. Con esto quiero asegurar a Gabriel Rufián que unas elecciones siempre serán demasiado reales para un Rey.