El presidente estadounidense acaba de firmar en Washington la orden para construir el muro en la frontera con México. El presidente catalán ha ido a Bruselas a pedir ayuda para levantar el suyo en las lindes con el resto de España.
El presidente estadounidense pretende frenar con su iniciativa la inmigración ilegal y evitar que México siga enviando a su país "drogas" y "violadores". Con la suya, el presidente catalán busca acabar con el latrocinio del Estado en Cataluña.
El presidente estadounidense retira el castellano de la web de la Casa Blanca y deja sólo la versión en inglés. El presidente catalán habla en el Parlamento Europeo en catalán, francés e inglés para no mancharse con el castellano.
El presidente estadounidense es un entusiasta de Twitter, que utiliza para lanzar grandes anuncios a la opinión pública, como el de este miércoles en el que se compromete a abrir una investigación sobre el fraude electoral en las elecciones. El presidente catalán recurre igualmente a la red social para dirigirse al mundo y mostrar su orgullo al constatar, por ejemplo, lo "impresionada" que ha visto a una eurodiputada rumana tras su conferencia.
Sin embargo, y aun cuando coinciden también en que sus respectivos peinados darían para una tesis doctoral, existen algunas diferencias entre el presidente estadounidense y el presidente catalán.
Al primero, un grupo de activistas de Greenpeace le ha colgado una enorme pancarta de protesta frente a la Casa Blanca. Antes, ha habido marchas multitudinarias de mujeres en Washington, Nueva York, Chicago, Boston, Los Ángeles... como muestra de repudio a su agenda política. Antes, también, multitud de actores -de Meryl Streep a Scarlett Johansson, de Martin Sheen a Robert de Niro- le han declarado la guerra. Y mucho antes se las ha tenido con los periodistas del noventa y nueve por ciento de los medios de comunicación.
El segundo, sin embargo, lleva su vida de siempre, sin escraches ni sobresaltos; al contrario, no hay actores ni actrices que le lean la cartilla, las marchas multitudinarias las encabeza él y surfea sobre la espuma de los editoriales conjuntos.
Pero ahí están, Trump y Puigdemunt, tan patriotas, tan enamorados de sus países de barras y estrellas, tan entregados al pueblo, tan orgullosos de su misión, tan legitimados por los votos.