Los ciudadanos que, en plan familia de Farruquito, acompañen a Artur Mas y sus dos consejeras al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, con espíritu ligeramente intimidatorio ante el juicio por el 9-N, estarán desplazándose, les guste o no, por la alfombra mamarracha que les ha puesto Donald Trump.
¡Qué gran contextualizador está resultando el nuevo presidente de Estados Unidos! En su toma de posesión ya dejó en evidencia a nuestros populistas con su “hoy devolvemos el poder al pueblo”. Ha desacreditado igualmente a los liberales españoles que, por declararse trumpistas, han dejado claro que liberales no son. Y ahora, para prepararle la semana al independentismo catalán, se ha enzarzado también con la Justicia.
Al juez que ha suspendido su veto migratorio lo ha llamado “supuesto juez”, y a la suspensión misma la ha tachado de “ridícula”. Desde un punto de vista democrático y más o menos respetuoso de Montesquieu no hace falta aclarar quién es de verdad ahí el ridículo, y hasta el supuesto. Y sin duda el abusón. Pues justo en ese espacio se congregarán este lunes, tan pancha y trumpianamente, nuestros nacionalistas...
Da apuro volver a lo mismo, pero a la realidad tozuda solo cabe responderle con tozudez, aunque sea hastiada. Un mes y una semana he aguantado este 2017 sin hablar del nacionalismo. Ya ni entretiene. Esto es una película de Ozores que está resultando demasiado larga... En la primera hora, risotadas; más que por la calidad de los chistes, por su enormidad. Pero el metraje ha seguido horas y horas y uno ya no sabe dónde meterse: mientras, los caricatos siguen (¡incansables!) con su numerito.
Esto es un pulso entre un brazo fofo, el de los no nacionalistas, al que le gustaría estar empleándose en otras cosas, y el brazo firme y motivado de los nacionalistas. Tiene gracia, pero en Madrid (¡en Madrit!) está cuajando motivado como adjetivo desdeñoso. Se cruza uno con un esforzado del correr, resoplando en un día precioso, y dice: “Ahí va un motivado”... Pero hay una tolerancia básica: “Cada loco con su tema”, como cantaba Serrat.
El problema es cuando los motivados se ponen a estropearte la vida. A uno le aburre seguir con la matraca, pero es que se para a pensarlo (¡se para una vez más a pensarlo!) y sigue sin dar crédito: he aquí en la Europa democrática a una facción de individuos empeñados en destruir un Estado de manera desleal, gratuita, caprichosa, impresentable. Y que no pase nada lo envuelve todo en una irrealidad alucinógena. El juicio que hoy empieza es una ocasión para que pase algo. Pero a ver qué pasa.