Carles Puigdemont y Oriol Junqueras firman al alimón un artículo en El País con la pretensión de invitar al Estado a negociar la convocatoria de un referéndum de independencia vinculante como el acordado entre Reino Unido y Escocia. Aunque, en teoría, presidente y vicepresidente de la Generalitat emplazan a entablar un “diálogo”, el texto constituye una disparatada llamada de auxilio para que el Gobierno haga de ariete del separatismo contra el Estado y las leyes, bajo la amenaza-premisa de sí o sí derribar el Estado y las leyes.
La literalidad de la tribuna-ultimátum merece un repaso detallado, entre otras razones, por lo asombroso que resulta hallar tantas falacias, contradicciones, paradojas, adulteraciones, tergiversaciones y omisiones en tan sólo ocho párrafos. Trece perlas.
1.- “Que gane el diálogo, que las urnas decidan”. El titular resume a la perfección la veintena de mendacidades venideras, pues Puigdemont y Junqueras presuponen el resultado inamovible del diálogo al que invitan: la celebración de un referéndum.
2.- “En democracia no existe el derecho a no dialogar. Nosotros ya estamos sentados en la mesa. ¿Van a tardar mucho los demás invitados? Es más: ¿Van a venir?”. El subtítulo roza lo genial. Parte de una frase de sonoridad efectista pero hueca. Dialogar no es un derecho sino una forma lógica de solucionar diferencias, partiendo del conocimiento mutuo de la realidad y la capacidad de los interlocutores para modificarla.
Ni el Gobierno ni la Generalitat ni nadie pueden abstraerse de la “indisoluble unidad de la nación” y de que “la soberanía nacional reside en el pueblo español” -en su conjunto- si antes no se modifica la Constitución. Lo que presidente y vicepresidente de la Generalitat proponen entonces es un diálogo de besugos -sin coherencia lógica, según la RAE-.
Quizá por ello los abajofirmantes dicen que están sentados “en la mesa” -en lugar de ‘a la mesa’-: el locativo es apropiado para el tipo de diálogo que buscan y coherente con su determinación de imponer al resto de comensales menú y posición dominante sobre el tablero. ¿Se acordaba acaso Puigdemont al redactar su “invitación” de cuando comió con Rajoy en la Moncloa el pasado 11 de enero?
3.- “Hubo acuerdo [entre Reino Unido y Escocia] porque hubo voluntad política de convocar y permitir el referéndum”. Es verdad que existió la voluntad -Cameron aún se arrepiente-, pero es que además existía la posibilidad legal de celebrarlo, cosa que en España no sucede. Por otro lado, la realidad escocesa no es comparable a la catalana en ningún sentido.
4.- “Y todo parece indicar que Escocia y Reino Unido volverán a pactar la celebración de un nuevo referéndum de independencia. El segundo en tres años”. Los autores presuponen lo que legítimamente decidirán Reino Unido y Escocia: el problema es que el ejemplo es disuasorio porque cualquiera pensaría que su intención será repetir también su consulta tantas veces como sea necesario para consumar la ruptura.
5.- “Pactar la forma de resolver las diferencias políticas siempre une”. Excepto cuando una de las partes vulnera las reglas de juego o las trampea, que es lo que hicieron Govern y Parlament cuando desobedecieron la providencia del Tribunal Constitucional que impedía la celebración de la consulta del 9-N.
6.- “Las diferencias… hay que tratarlas con delicadeza”. Es justo lo contrario de lo que ha hecho el bloque soberanista en el Parlament al tramitar la reforma del reglamento de la Cámara para aprobar una ruptura exprés.
7.- “Señalar al diferente como amenaza, como elemento de una división de una sociedad que vivía tranquila en sus sagradas e inquebrantables certezas…” Esta frase merece un diván. Señalar no ya al diferente sino al que hablaba en castellano como amenaza es lo que lleva haciendo el nacionalismo en las escuelas y en las admnistraciones bajo su férula desde hace décadas.
La concepción monolítica de todo nacionalismo y su tentación mística es cosa conocida, pero la alusión a las “sagradas e inquebrantables certezas” mejor que las valore un psiquiatra o un cura.
8.- “Los campos separados en una disputa democrática se unen sin ningún género de dudas en las urnas”. Esta afirmación queda bien, pero choca con la polarización de la sociedad postbrexit y con la experiencia escocesa.
9.- “Parece bastante indiscutible que la actitud del Gobierno catalán y del Parlament se asemeja a la posición escocesa…” Escocia siempre actuó dentro de la legalidad, no así el Govern.
10.- “Inhabilitación... para Mas y las consejeras Ortega y Rigau… por haber cometido el delito de dar voz a los ciudadanos”. La falacia y la demagogia son descaradas: el TSJ catalán los ha inhabilitado por desobedecer una resolución del Constitucional. Poner urnas ilegalmente y sin garantías no es dar voz a los ciudadanos sino una perversión de la democracia.
11.- “Si se mantiene el rechazo frontal no es ninguna sorpresa que reiteremos que no vamos a renunciar a ejercer ese derecho”. Convocar una votación ilegal para romper España no es un derecho. ¿Qué quieren decir Puigdemont y Junqueras cuando apelan al diálogo mientra perseveran en hacer lo que les da la gana?.
12.- “El Estado ha abandonado a todos los catalanes”. Nadie lo diría: Cataluña encabeza las aportaciones del Estado en fondos para pagar vencimientos de deuda, facturas impagadas y exceso de déficit: 66.550 millones en seis años, el 30% del total.
13.- “Otros se esconden detrás del Constitucional, de la Audiencia Nacional y del Supremo, comprometiendo la labor y la independencia del poder judicial”. El tomo desafiante resulta coherente con unos dirigentes que no han dudado en convocar multitudes para coaccionar al TSJ catalán cuando han ido a declarar Mas, Ortega y Rigau.