Pasadas las elecciones francesas y neutralizado (¡de momento!) el lepenismo, el único tema de la semana habría sido la corrupción del PP, el fangal en el que se encuentra el partido del Gobierno. No se estaría hablando de otra cosa... de no ser por Podemos. Nuestros populistas no han parado de brindarle asistencia respiratoria a la asfixiada derecha. Uno por uno han corrido a hacerle el boca a boca, en una suerte de reposición simbólica del muerdo de Pablo Iglesias a Xavier Domènech.
Mariano Rajoy se encontraba preventivamente en Brasil, donde la corrupción española –por muy abundante que sea– se queda en anecdótica. Allí el presidente podía aprender impasibilidad (si la necesitara) y caradura de los políticos brasileños. Pero tampoco tuvo que hacer mucho esfuerzo para que las cámaras lo dejaran en paz y se desviaran hacia la puerta de la cadena Ser, en Madrid, donde Irene Montero montaba su numerito. Otros, como Pablo Echenique, manifestaban su equidistancia entre la ultraderecha de Le Pen y el centro de Macron. Y todavía se extrañan de que muchos prefieran seguir votando al PP, aunque sea corrupto...
La amenaza de la moción de censura, más que respiración boca a boca, era todo un depósito de oxígeno. Rajoy tuvo que contenerse para no pedir que lo subieran al Pan de Azúcar a bailar samba. Como han apuntado los analistas, Iglesias no trata de aniquilar al PP, sino al PSOE. El efecto de su ambición sería que Podemos se quedase como único partido de la oposición. Solo que sin posibilidad de gobernar: tendríamos, pues, un neo-bipartidismo en el que ganase siempre el PP, que se convertiría en una especie de PRI a la española. Con una peculiaridad: el tapado sería una y otra vez Rajoy.
Marea la corrupción, pero yo, francamente, no veo alarma social por ningún lado. Al electorado español no le ha importado nunca la corrupción, salvo en algún paréntesis en que ha querido exhibirse como digno. Al PSOE corrupto no han parado de votarlo. Al PP corrupto igual. Los alcaldes corruptos han sido reelegidos sin cesar. Gil y Gil reeditaba en Marbella sus mayorías absolutas...
Hubo un partido que luchó efectivamente contra la corrupción: UPyD. Pero no lo votaban lo suficiente. Su constitucionalismo y su respeto a las leyes les resultaban aburridos a los que luego se han lanzado a votar a Podemos, que vende soluciones más vistosas (y dudosamente democráticas). Lo recordé hace poco y lo vuelvo a recordar: los futuros podemitas debutaron en la vida pública boicoteando a Rosa Díez. Es decir: al partido que de verdad estaba luchando contra la corrupción. Luego, además, impidieron que gobernase el PSOE con el apoyo de Ciudadanos. Así que no se pongan estupendos.