Ya es una realidad la ruptura de la pareja formada por la ex Spice Girl Mel B y el productor de cine Stephen Belafonte. Las desavenencias entre la pareja se hicieron públicas cuando la que fuera una chica picante acusó a su marido de tener un affaire con la niñera. Parece ser que lo que en principio era un trío bien avenido, degeneró en unos cuernos en toda regla.
Y no son los únicos. Conocidas son las historias de famosos que no han podido resistirse a los encantos de unas nannies de cine. Ethan Hawke tuvo la osadía de abandonar a la mismísima Uma Thurman, posiblemente una de las mujeres más bellas y talentosas del planeta, por la niñera de los dos hijos habidos con ella. Arnold Schwarzenegger comprometió su carrera política dejando encinta a su empleada. Sufrió el escarnio público capitaneado por su señora de toda la vida, por lo demás una auténtica Kennedy, quien le aplicó la pena capital que él tanto defendiera en sus campañas. Y hay muchos más: Ben Affleck, Jude Law, Mick Jagger...
Los romances con la babysitter han pasado de ser una fantasía sexual, alimentada por el tópico de algunas películas norteamericanas, a una realidad nada infrecuente. Poco queda de la inocencia de Julie Andrews, la Mary Poppins que iba y venía traída por el viento curando las penas con generosas cucharadas de azúcar, o de la inocencia de la misma actriz que entre sonrisas y lágrimas se casaba con un apuesto y adinerado viudo salzburgués para culminar una escalada social implacable a cambio de la cría de siete hijos, casi todos en edades adolescentes. No le arriendo las ganancias a la casta Maria von Trapp.
Nuestra eterna Ana Obregón también hizo sus pinitos como aya abnegada en una serie escrita y protagonizada por ella misma, donde alternaba su trabajo de niñera con el de stripper. Una reelaboración poco sutil de la fábula que sin embargo cosechó un gran éxito nacional a lo largo de cinco temporadas.
Otra canguro, en este caso malvada, fue Rebecca de Mornay en La mano que mece la cuna. Este largometraje, en el cual la protagonista intenta exterminar a una alegre familia, tampoco se libra de los lugares comunes de lo que ya parece un género en sí mismo. No cuenta con un viudo entre los papeles principales, pero cuesta creer en la integridad de aquel padre ejemplar que rechaza con gran entereza lo que a todas luces habría sido el polvo de su vida. Acaba siendo la clásica americanada que pretende, en un fallido intento, convencer al espectador de que portarse bien tiene sus recompensas. ¿Cuáles? No queda tan claro.
Visto lo visto, no es de extrañar que a la bella y descarada Spice Girl se le ocurriera la extravagancia de practicar tríos con su marido y la cuidadora de sus críos. ¿Acaso no nos han explicado mil veces nuestras abuelas y nuestras madres que a los hombres hay que tenerlos con la correa suelta para luego atarlos en corto? Pues eso. Yo propongo, para resolver esta espinosa cuestión, darle la vuelta al asunto. A partir de ahora los canguros han de ser varones. Muy machos, por favor. Bien dotados, por caridad. ¿Tríos así? Podría ser... Y si una decide marcharse con niñero, pues querido esposo, se siente. Cosas de la vida doméstica, que está llena de maravillosas e inimaginables sorpresas.