Ya estamos hablando otra vez de Slavoj Zizek, que es lo que él busca. Zizek: esa especie de Sostres de izquierdas con lecturitas (aunque no local, sino internacional). Tras el número que montó con Donald Trump, diciendo que el “verdadero peligro” era Hillary Clinton, ahora anima a no ceder a lo que él llama “el chantaje liberal”, que consistiría en votar a Emmanuel Macron por miedo a Marine Le Pen. Se conoce que el hombre se aburre en mitad de su vidorra y quiere que el mundo le entretenga: por medio de catástrofes, que es lo que el mundo tiene más a mano. Naturalmente, no serían a él a quien perjudicarían.
Después del espectáculo que dieron los intelectuales en el siglo XX, en que no hubo ni una sola matanza sin algún intelectual detrás, y con frecuencia incluso delante, se esperaría que hubiese quedado clara la lección. Pero no: el ejercicio de la razón produce más monstruos que su sueño. El libro que denunció esta deriva es La trahison des clercs, en español La traición de los intelectuales. Se publicó en 1927, pero más que de prevención sirvió de programa para todo el siglo; cuyo transcurso atrapó también a su autor, Julien Benda, que se haría estalinista. Se convirtió en uno de los malos de su libro.
Unos pocos seguirían hablando de la traición de los intelectuales, como Albert Camus u Octavio Paz. Este, por ejemplo, cuestionó en estos versos de 1976 su propia juventud: “El bien, quisimos el bien: / enderezar el mundo. / No nos faltó entereza: / nos faltó humildad. / Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia. / Preceptos y conceptos, / soberbia de teólogos...”. Teología es, en efecto, lo que hay al final de las convulsiones filosóficas y políticas de Zizek. En el artículo publicado en El Mundo llama la atención que cada línea argumentativa va avanzando de un modo más o menos razonado o matizado, hasta que se topa con el demonio: las palabras liberal o neoliberal, que operan como una pared intraspasable. En ella rebota el pensamiento de Zizek, y en su trayecto hacia atrás se convierte en delirio.
Han pasado noventa años de La trahison des clercs y la observación por enésima vez de tal delirio resulta melancólica, deprimente. No, no se ha aprendido la lección. Zizek termina campanudamente, como no podía ser menos: “No deberíamos olvidar nunca que la gran razón por la que estamos atrapados en el círculo vicioso de Le Pen y Macron es la desaparición de una alternativa de izquierdas viable”. ¿Pero qué alternativa de izquierdas va a ser viable si no empieza por distinguir lo que es extrema derecha de lo que no lo es? La traición de los Zizeks es, en primerísimo lugar, a la izquierda.