Aprovechemos que han abierto las casetas de la Feria del Libro de Madrid para refugiarnos en ellas; es decir, para buscar en ellas nuestro refugio: los libros. Propongo cinco, de entre tantos: La vista desde aquí, Ignacio Peyró (Elba); La democracia sentimental’, Manuel Arias Maldonado (Página Indómita); Nuevas lecturas compulsivas, Félix de Azúa (Círculo de Tiza); Cazadores de nazis, Andrew Nagorski (Turner); y el clásico de Goethe Poesía y Verdad (Alba). Al segundo ya le dediqué una columna. Esta se la dedico al primero.
La vista desde aquí recoge una larga conversación, en ocho partes, entre los escritores, periodistas y eruditos Ignacio Peyró (1980) y Valentí Puig (1949). Los treinta y un años que hay entre ellos no son una separación sino un puente. Comparten, no en vano, el mismo río cultural e intelectual; hablan el mismo lenguaje y son, en fin, amigos. Aunque Peyró, junto con una cierta jerarquía de la experiencia, respeta la diferencia de edad y manifiesta su admiración por Puig, fruto de la cual es este libro. Lo que le hace a su vez admirable.
Valentí Puig, autor de larga y ejemplar trayectoria, es de sobra conocido; en el epílogo de La vista desde aquí, Peyró hace una magnífica introducción a su obra, que completa la conversación misma. Ignacio Peyró, figura ascendente, ha empezado a ser conocido también, sobre todo desde que en 2014 publicó Pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa: un auténtico trabajo de Hércules (Peyró).
Son dos personajes de primer orden y leer la conversación entre ambos procura un placer intenso, apacible, refinado y exótico. Exótico es, en efecto, el moderantismo sensato que defienden. Exótico en el contexto español, que propende a agitaciones más o menos insensatas. Solo hay que ver la impaciencia con que ahora muchos quieren desmontar el gran logro moderantista de nuestra historia reciente: la Transición.
Sobre la postura política de Puig –que se autodefine como “un conservador de centro”– escribe Peyró una caracterización precisa: “En ningún caso, sin embargo, se trata de una entrega a los cinismos de la realpolitik, sino de una apuesta que ha unido al modo burkeano la tradición liberal y la estirpe conservadora: la apuesta, en definitiva, por la primacía del bien común, de la meritocracia como regulador del termostato social, del cauce institucional como garantía de la política, de la responsabilidad de legislar cuando hay que legislar...”. En fin de cuentas: “Reforma frente a ruptura”.
La conversación es casi el formato perfecto para expresar las virtudes de la propuesta de Puig y Peyró: una visión del mundo plural, racional, culta, empírica, atenta a la complejidad de lo real (frente a las simplificaciones de las ideologías), enraizada en el pasado y abierta al futuro; Peyró habla, justamente, de “un mundo conversable”. Es el que encontramos en estas páginas, que vienen a constituir una suerte de pausa moderantista.
Hay un único momento inmoderado en el libro. Pero se trata de una inmoderación necesaria, porque lo que reclama es el fundamento de todo moderantismo posible, de toda civilización. Dice Puig: “Soy moderado en todo menos en la urgencia inaplazable de una reforma educativa radical”. Aunque, resignado, añade: “pero no la veo posible”. Por esto son un lujo –al alcance de quienes quieran dárselo– conversaciones como la de La vista desde aquí.