Desde que una pareja de amigos en plena crianza me confesara que habían sido desterrados por sus hijos primero de su cama, luego de su cuarto y finalmente de su propia casa para acabar haciendo el amor en el coche como dos adolescentes, miro los vehículos con otros ojos.
La suave tela que recubre los asientos, las alfombrillas anti-deslizante, el volante tan redondo y acogedor, los espejitos que ofrecen variados escorzos de uno mismo y del otro, las ventanillas como tope necesario para contorsiones y acrobacias, sin olvidar el salpicadero, los airbags, el tacómetro, el elevalunas eléctrico, el aire acondicionado, la música estéreo, las guanteras y el cambio de marchas, que junto al cinturón de seguridad y las agarraderas, nos harán sentir como una versión mejorada de Anastasia y Grey: ¿se puede pedir más?
Este fenómeno, que en realidad es una parafilia llamada amomaxia, resulta mucho más común de lo que parece y no se da sólo entre los desesperados padres de familias numerosas. De hecho, hay a quienes les gusta entregarse a todo tipo de preliminares en los semáforos en rojo, antes de estacionar el coche y dar rienda suelta al sexo más apasionado. También están aquellos que más que tener sexo en el coche, prefieren tenerlo con el propio coche. Se les llama mecanofilicos y se caracterizan por el exacerbado amor y atracción sexual por las máquinas, en especial bicicletas, motos, aviones y automóviles.
Algo parecido le debe de pasar a Lapo Elkann, nietísimo de Gianni Agnelli, el famoso empresario que fuera patrón de Fiat y de media Italia. Tras el escándalo del año pasado, en el que fingió su propio secuestro para poder pagar los elevados honorarios de una prostituta transexual con la que llevaba varios días encerrado en un lujoso hotel de Nueva York, el modosito heredero se ha desmarcado con una propuesta de lo más voluptuosa.
Al parecer, en la clínica de desintoxicación en la que ha estado recluido, al bueno de Lapo (curioso nombre) le ha dado tiempo a pensar. El resultado ha sido el diseño, fabricación y puesta a la venta de un simpático Fiat 500, decorado con las clásicas figuras del manual erótico más famoso del mundo. Lo ha llamado Kar-masutra, juego de palabras facilón pero eficaz. Para zafarse de la censura, los genitales de los famosos dibujos aparecen ocultos tras unos carteles negros pintados con una laca especial, que se transparenta con el calor exterior del auto una vez en funcionamiento. El interior del vehículo no tiene nada que envidiar a un club de encuentros sexuales en la tercera fase. Sólo falta Lapo con sus novias, novios y novies. Y algún marciano invitado.
Hay que ver cómo se las gastan los pijos cuando les ponen de cara a la pared.