Sabemos que Hacienda somos todos es un mero eslogan. Así lo estableció la Abogacía del Estado en ocasión que no hace al caso. He imaginado el día en que un creativo lo presentó en Power Point. Por la Agencia Tributaria veo al ministro del ramo, aunque seguramente acudiría un subdirector general. No importa; al ministro le llegó el eslogan, y al resto del gobierno. Así que reunámoslos a todos en un mismo espacio por respeto al canon.
- Bla, bla, bla, y, por eso... -pulsa su mandito a distancia el creativo girándose grácil sobre la punta de un pie e imprimiendo un vuelo a su americana negra sobre camiseta negra con restos de polvo blanco (se habrá comido una ensaimada), por no desmerecer los pantalones negros, los calcetines negros, los zapatos negros, la pulsera negra y el reloj negro- ¡Hacienda somos todos! Hacienda... somos... todos. -Cara expectante.
Marmóreos como bustos los de corbata, congelado el creativo hasta el mismísimo vuelo de la chaqueta, como en una fotografía, una risita rasga el silencio. Ya no están en la agencia publicitaria sino en la Moncloa. Es una burla contenida de gallego listo, a la que se suma primero el ministro de Hacienda (privilegios del ramo), que logra encadenar, de un modo endiabladamente contagioso, agudas, incontenibles carcajadas. Comprende mejor que nadie hasta qué punto aquellas tres palabras deshonran la verdad. La deshonran tan obscenamente que el tipo podría estar llorando, y si en lugar de eso se está partiendo la caja es por la simetría, porque ha salido cara en la moneda de sus emociones.
Una vez el pitorreo se ha apoderado de todos los ministros de Estado, como el de Interior, Justicia o Exteriores, el resto del gabinete interpreta, correctamente, que ya puede sumarse al jolgorio. Con el humano afán de enfatizar su pertenencia al círculo íntimo, los ministros del gasto se entregan con excesiva prisa al despiporre, con más ruido, alharaca y aparato. Si el de Hacienda se enjuga los ojos con un pañuelo y golpea la mesa del Consejo con el puño derecho, los de Fomento y Agricultura lo hará con los dos puños mientras dejan que les caiga el moco y gritan, gritan, gritan:
- ¡Hacienda somos todos! ¡Joder, qué bueno!
- Ahora que ha quedado claro, quisiera presentar, presidente, el decreto de... digamos... amnistía fiscal -interrumpe súbitamente serio el titular de Hacienda guardándose el pañuelo en el bolsillo. Permanece una risita juguetona, presidencial y pícara al tiempo, flotando en el aire recién guillotinado.