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No escatimemos el poder de la escoba, instrumento propagandístico de rojos y blancos en sus conflagraciones, pero también transporte inmemorial de brujas y nigromantes por los paraísos artificiales del cornezuelo y la mandrágora.
Los totalitarios siempre han tomado la escoba por el mango para limpiar con el haz de ramillas la faz del mundo bajo su férula. Los súcubos hacían lo propio para masturbarse con ungüentos tóxicos y viajar extasiadas a los confines desconocidos. Los primeros quisieron limpiar y fueron verdugos en la imposición de su propia higiene; por eso aparecen representados con ademanes enérgicos en su empeño profiláctico.
Las segundas encantaban y hechizaban y por ello fueron perseguidas, breadas y quemadas por los guardianes del statu quo; no es infrecuente verlas a horcajadas en gozoso viaje.
¿A qué categoría cree que pertenecen la portavoz de Arran, Mar Ampurdanès, y las diputadas de la CUP Anna Gabriel y Mireia Vehí a tenor de esta nueva reivindicación del valor persuasivo de la escoba? ¿Serán victimarias o víctimas de la Historia? No se dejen llevar por las apariencias; no sean prejuiciosos, que a Clara Campoamor y Federica Montseny también las criticaban por su aspecto, según nos dice 'la Gabriel'. Aténganse a los hechos:
Promueven acciones contra el turismo que se han convertido en motivos de atracción añadida. Dicen amar una ciudad sostenible y ecológica a la que dejan sin parque de bicicletas. Se han manifestado contra el turismo masivo en los muelles mallorquines donde sólo atracan cuatro multimillonarios. Quieren eliminar a la misma élite extractiva a la que sostienen con el parco -pero decisivo- peso de sus votos en el Parlament. Y predican la desobediencia al Estado mientras hacen proselitismo de un referéndum binario con el que constituir otro Estado que quedaría en manos de los herederos del nacionalismo conservador y de derechas que ha gobernado Cataluña durante décadas. Nunca ha habido antisistema tan útiles al sistema.
Si reparamos en la habilidad que han mostrado para hacer su agosto publicitario y protagonizar portadas y telediarios con la intención de agitar la calle de cara al referéndum del 1-O, no cabe la menor duda de que las mujeres de la CUP son políticas profesionales. Si nos fijamos, en cambio, en la ebriedad que entontece cuantos debates afrontan bajo la pócima de sus recetas, habrá que concluir que son hechiceras sin capirote.