Agosto negro (y III). Hay libros que te llevan meses, otros que te llevan años. Y hay libros que te llevan toda la vida. Tengo la sensación de que he estado toda la vida escribiendo este libro. Desde que empecé a tener uso de razón y empecé casi a la vez a leer y a escuchar las historias de mi familia…
No utilizaría estas palabras de Lorenzo Silva –que Ediciones Destino ha distribuido en la promoción de Recordarán tu nombre– si no fuera porque el propio autor me las había repetido en más de una ocasión cuando este libro era tan solo una idea o estaba todavía en construcción. Cuenta en él la vida del general José Aranguren Roldán –presente en no pocas de nuestras conversaciones a lo largo de años–, jefe de la Guardia Civil de Barcelona que se mantuvo fiel a la República tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y fusilado por ello al acabar la guerra.
Cuenta asimismo la vida del también general Manuel Goded Llopis, compañero de armas del anterior en África que rápidamente secundó el levantamiento y que trató en vano, incluso con amenazas, de que Aranguren se pasará al bando golpista, lo que le costó ser ejecutado en agosto del 36, cuando la asonada militar fracasó en la Ciudad Condal y en Cataluña. Y cuenta, por último, la vida de un sinfín de perdedores y olvidados, –a ellos, perdedores y olvidados como Aranguren y Goded, está dedicada esta obra– entre los que destacan los dos abuelos del autor del libro, Lorenzo Silva Molina y Manuel Jesús Amador García que en diversos momentos de sus vidas estuvieron cerca de los dos generales que por distintos motivos acabaron frente a un pelotón de fusilamiento.
Con el argumento que les acabo de relatar podrá decirme alguno de ustedes que esto no es una novela negra. Se equivocan: es negrísima, no puede serlo más. Está ambientada en la época más oscura de nuestros últimos cien años, la que nos gustaría olvidar y todavía no podemos, la que desearíamos que no hubiera acaecido pero sigue estando todavía presente –¡joder con la palabra!– en nuestra vida cotidiana. Una época en la que se borró de un plumazo a muchos de sus anónimos y grandes protagonistas; una época que todavía tenemos que seguir esterilizando y esterilizándonos a nosotros mismos; una época que, como dice el propio autor del libro sigue teniendo “como rehén” a una parte de la sociedad española. Nada puede ser más negro. Todas las aventuras juntas escritas por Lorenzo Silva de Bevilacqua y Chamorro no alcanza ni tan siquiera se acerca a la negritud que desprenden estas páginas.
El autor madrileño no ha querido escribir otro libro más de la Guerra Civil española. Él ha querido resucitar a algunos de los hombres que dejó en el camino la maldita contienda. Que volvieran a existir, que volvieran a ser. Que tuvieran su nombre y su apellido y el lugar en la historia que les corresponde. Que se viera a Aranguren como el héroe que realmente fue. Y lo ha hecho poniéndose en la piel de un periodista, de un historiador y de un novelista. Recordarán tu nombre es un prodigio de trabajo periodístico, tiene la hondura de una gran investigación histórica y una calidad literaria sólo al alcance de unos pocos… Silva ha tenido el talento de escribir una gran novela sin un solo dato de ficción.
Su abuelo paterno, Lorenzo Silva Molina, coincidió con Goded en África y fue éste quien le convenció para que no viajara a Argentina, como deseaba, y quedarse a vivir en España, reenganchándose en el servicio. Su abuelo materno, Manuel Jesús Amador García coincidió en Madrid con Aranguren en fecha tan señalada como el 14 de abril de 1931, el día que se proclamó la II República; ambos estaban en la Puerta del Sol de la capital de España –cada uno en puestos muy diferentes– cuando la bandera tricolor ondeó sobre el mástil del balcón central del viejo Palacio de Correos, hoy sede la Comunidad Autónoma de Madrid.
Con estos inicios y su conocimiento de la Guardia Civil –en 2008 publicó Sereno en el peligro, un recorrido por la historia del Instituto Armado– Silva fue entrevistándose con todo aquél que pudiera ofrecerle un dato en torno a Aranguren, el hombre que se atuvo a su juramento de lealtad a la República. Poco a poco, pieza a pieza, fue completando el puzle de un hombre extraordinario, guardia civil ante todo, que no dudó en ponerse del lado de la legalidad aún a sabiendas de que podía costarle la vida. Como así fue.
El tercer general con nombre propio de este libro, de los muchos que aparecen, no es otro que Francisco Franco Bahamonde. De El Ferrol como Aranguren, amigos de café con leche y pastas con las esposas y los niños en la localidad gallega que los vio nacer, camaradas en África, donde también coincidió con Goded. Dicen que la muerte de éste en Barcelona, fue determinante para que Franco acabara siendo el caudillo de la rebelión. Y puede leerse en el libro que el generalísimo no dudó a la hora de darse por enterado de la pena de muerte contra su antiguo contertulio de las tardes ferrolanas y que cuando le hicieron saber que el general Aranguren, para quién le pedían el indulto, estaba postrado por un accidente y ni siquiera podía tenerse en pie, lejos de verse movido por ello a alguna clase de compasión, dijo el hinchado y flamante vencedor de aquella triste guerra civil: “A Aranguren, que lo fusilen aunque sea atado a la camilla”.
Gracias a Lorenzo Silva vamos a saber mucho más de esta novela negra que es España y a recordar sin duda muchos de los nombres que viajan por sus páginas y hasta hace nada parecían imaginarios: José Aranguren, Manuel Goded, Frederic Escofet, Pozas, Batet, el coronel Escobar, entre otros muchos; fusilados algunos, muertos en el exilio otros, olvidados todos… Como Lorenzo Silva Molina y Manuel Jesús Amador García, abuelos del autor, que además de darle la vida le regalaron las primeras líneas de uno de esos libros, especiales y únicos, que se escriben a largo de toda una vida.