Pasión es la respuesta. Eso es lo que asegura Elena Ramírez, directora de la editorial Seix Barral. Es la gran respuesta a cómo lograr la publicación de obras extraordinarias. También lo es a la cuestión de cómo encontrar la felicidad, tan esquiva siempre. Incluso es la respuesta a cómo descubrirla en el regreso al compromiso laboral, al que tantos retornan estos días.
Aunque sería suficiente recordar que Jean Paul Sartre afirmaba que la felicidad “no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”. Por supuesto. Pero lo olvidamos con demasiada frecuencia, como decía John Locke, que argumentaba además que la felicidad “es una disposición de la mente, y no una condición de las circunstancias”. Eso es: resulta irrelevante –más o menos- lo que sucede, lo que importa es qué se hace con eso que ocurre.
Hay que tener la mente dispuesta, pues, como querría Locke, o como en tantos escritos y manuales insiste el Dalai Lama, para afrontar estos –y cualquiera otros- días. Téngase en cuenta que podría ser peor: podría tratarse de reanudar un trabajo a -18 grados centígrados, o a -40, con tormentas de nieve y viento y sin nadie a quien preguntarle cuándo va a amainar en cientos de kilómetros a la redonda: un desierto blanco y helado que paralizaría de pánico a cualquiera. Aunque, para unos pocos, estar ahí también es la felicidad. O algo que se le parece lo suficiente. Jerónimo López, en compañía del también alpinista y geólogo Pedro Nicolás, ascendió el Monte Vinson, la cima antártica, de 4.892 metros y sobrevivió, al parecer con notable satisfacción, a esas durísimas condiciones.
La vida nunca es fácil, ni en la Antártida ni en ningún otro sitio, ni siquiera para quienes lo tienen casi todo. Si no se tiene pasión, no se tiene nada. Joaquín Sabina sabe mucho de esto, pues en gran medida la pasión ha sido uno de los argumentos de su vida, y por eso le está poniendo toda la que tiene, con 68 años ya, a su gira actual, esa en la que niega casi todo, excepto la razón de que gire en estadios o grandes recintos de medio mundo: “Tengo dos hijas y muchos gastos”. Eso sí que es pasión. Pero, ¿quién no la tiene?
María Pagés posee y exhibe otro tipo de apasionamiento, una que le invade y que le permite hacer solos extraordinariamente exigentes con medio siglo ya ampliamente cumplido. La bailaora y coreógrafa sevillana es feliz cuando baila. Incluso puede serlo a 38 grados bajo cero, en Siberia, donde engulló “el mejor helado de mi vida”. Eso sí que es disposición, la que querría Locke para todos: disfrutar de un helado en Siberia.
En realidad, eso es todo lo que hay que saber, y todo lo que hay que poner en práctica: activar el entusiasmo y buscar la apoteosis de lo simple en cada acción. Igual que bailar impulsa a Pagés a otro estado, para la atleta Carlota Serrano ponerse las zapatillas y salir a correr es ya un triunfo. Eso, solo eso, ya lo considera “un regalo”. Subcampeona de España de 400 metros valla, con 28 años su vida se puso del revés cuando le diagnosticaron un cáncer de pecho. Ella podía hundirse en ese mismo instante y para siempre, o podía entrenar en cuanto el tratamiento se lo permitiera. Eligió correr; eligió pasión.
A Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes, nadie puede acusarle de que el fenómeno pasional no haya gobernado su vida. Cuando pintaba, cuando escribía poesía, o cuando dirigía el Museo Reina Sofía. También cuando lee. Fruto de ese enorme interés por extraer vida de la vida, y de la literatura, nació su colección personal de libros que ya asciende a nada menos que a “unos 40.000” volúmenes.
Muchos, seguro, de la editorial que fundaron, con todo ímpetu y fogosidad, Víctor Seix y Carlos Barral. Pasión. Eso es lo que hace falta para editar buenos libros, como recuerda Ramírez. También es lo que se precisa para vivir adecuadamente.