Puigdemont hace el salto del pato
Esta imagen de Carles Puigdemont enseñoreándose del epicentro de su egolatría comprende lo que de espectáculo, oscuridad, mesianismo, candidez, autosatisfacción y cutrerío hay en la insurrección emprendida por los independentistas. Centro de atención de todas las miradas, estrella sin par en el escenario del desvarío, el presidente catalán se movía por el Tarraco Arena, el jueves pasado con motivo del arranque de campaña del referéndum del 1-O, con la desenvoltura de un vendedor de biblias y aspiradoras en el minuto de oro del teletienda. Pero no son biblias ni aspiradoras lo que pone en venta el secesionismo, sino un edén en el que todos los problemas desaparecerán una vez lograda la ruptura con España. Puro ilusionismo.
La constelación de focos en las gradas, el contraste de luces y sombras, el atrezzo de camarógrafos apostados bajo el escenario granate y el aura que desprende la cabeza del personaje procuraban esa atmósfera de misterio que tanto agrada a evangelistas los catódicos. El final de viaje de esta aventura resultará doloroso -ya lo es- porque el día después -el día siguiente- la suma de frustraciones, de los que se quieren ir y de los que no pueden sentirse queridos ni representados por lo que quede del Govern, redundará en el deterioro de la convivencia.
Si reparamos en la apostura del protagonista -no es preciso señalar ese aire a concurso de imitadores de Julio Iglesias- comprendemos que todo el trabajo de producción encaminado a facilitar la venta se desvanece en un aguachirle de imprecisiones sobre preguntas de interés, empezando por cómo será el futuro de una relación entre Cataluña y el resto de España marcado por el despecho y la desconfianza.
Estamos pues ante el retrato intelectual del procés, según el cual un iluminado a puntito de iniciar algo parecido al salto del pato del gran Chuck Berry deja al descubierto la pobreza de su mercadería. Algo muy mal ha hecho el conjunto del Estado para que cientos de miles de catalanes estén dispuestos a hacerle los coros a este hombre sin reparar, siquiera por aquello de que son los imputados del 3% los guardianes de la propaganda electoral incautada, que si convivir con España les insatisface, entregarse a los brazos de semejantes feriantes puede ser el camino más corto a ninguna parte.