Escribo esto a las 18:00 del jueves 26 de octubre. La frase anterior es la más comprensible que van a leer en este artículo. Porque está a punto de empezar la sesión del Parlamento catalán en la que se va a debatir la reacción a la hipotética aplicación de un artículo 155 de la Constitución cuya aplicación está debatiéndose en este mismo instante en el Senado y que continuará hoy viernes con la votación del levantamiento de la suspensión de la asunción de los resultados del referéndum del 1 de octubre que se interpretaron en una sesión previa del mismo Parlamento catalán como un mandato del pueblo catalán a ese mismo Parlamento para la proclamación de la república catalana y la constitución de Cataluña en un Estado independiente a la mayor brevedad posible.
Por la mañana, Carles Puigdemont ha anunciado una comparecencia pública con el objetivo de convocar unas elecciones autonómicas o plebiscitarias o constituyentes que posteriormente ha sido postergada y posteriormente postergada de nuevo hasta una nueva comparecencia en la que Carles Puigdemont ha renunciado a la convocatoria de esas elecciones por la negativa del Gobierno a asegurarle la no aplicación de un artículo de la Constitución cuya aplicación iba a ser hipotéticamente suspendida si Puigdemont se avenía a convocar unas elecciones autonómicas que sólo desean en Cataluña aquellos que al mismo tiempo desean que sea aplicado el 155 se convoquen o no se convoquen elecciones autonómicas.
Hace unas horas que Álvaro de Marichalar acaba de ser conducido por agentes de los Mossos d’Esquadra hasta el interior del palacio de la Generalitat para evitar que lo linche una horda de quinceañeros independentistas. Dos diputados del PDeCAT, Jordi Cuminal y Albert Batalla, han anunciado en Twitter su renuncia al acta parlamentaria y su baja del partido aunque se han olvidado de concretarla allí donde esa renuncia podría hacerse efectiva es decir en el Parlamento de Cataluña y en estos momentos y aunque me estoy dejando las pestañas en el intento sigo sin ver un nuevo tuit suyo que conforme o desmienta su renuncia al acta de diputados o su baja del partido. La Vanguardia ha publicado esta mañana un editorial titulado Nos llevan contra las rocas en el que culpa del actual caos a unos ellos entre los que ellos, los responsables de La Vanguardia, modestamente no se incluyen.
Carles Puigdemont ha pasado en apenas dos o tres horas de engrosar esa lista de fachas en la que también figuran a día de hoy el PP, Joan Manuel Serrat, Carolina Bescansa, Gaspar Llamazares, Ciudadanos, tres millones y medio de catalanes no nacionalistas, el PSOE, Joaquín Sabina, todos los países de la Unión Europea y hasta los independentistas con sentido del ridículo, como Xavier Rius, director de e-notícies, a encabezar la lista de genios del catalanismo político por su habilidad para marear hasta al más gallego, en el sentido literal y también metafórico del término, de los presidentes de Gobierno que ha tenido la democracia española. Las hordas soberanistas que hace apenas unas horas lanzaban a Puigdemont al pozo más profundo de su desprecio ensalzan ahora su clarividente estrategia para escenificar una voluntad de diálogo que ellos por otra parte no desean.
Quizá todo lo anterior les parezca complejo o rocambolesco o infumable. Pero así es como hacemos las cosas en la Dinamarca del sur. Exactamente igual que las haría un rebaño de monos armados con ametralladoras.
¿La conclusión de este artículo? Pues la obvia. Que Soraya debe dimitir y cederle su puesto a María Dolores de Cospedal. De inmediato.