Aparte de lo que suceda tras la entrega canguelona del candidato Puigdemont o los cinco niños de Écija, pasa algo. Pasa que "entre calé y calé no cabe la buenaventura", que es lo que piensa Rajoy cuando ve que un pactista, Vila, se cotiza a 50.000 por una noche en la trena; una experiencia amortizada después con la entrevista de ese Ferreras que siempre está ahí, como el dinosaurio de Monterroso o Pepe Domingo el domingo. Quizá sea eso el nuevo pactismo con el camaleónico Vila, el teléfono rojo que va del sorayato a Santi Vila, de Rajoy a la nada, de Zoido -en mal catalán y peor español- a cuatro mossos bien pagados y medio constitucionales a quienes se dirige en papel timbrado.
Después de que fuéramos vendiendo las vergüenzas por Europa, después de ver a Puigdemont eurocompareciendo tras su debut bruselense en una suerte de boda de Lolita, se va quedando España en la posición de partida. El país ya no aguanta más culebrones, las banderas se secan en los balcones, Iceta juega a lo de siempre y lo más parecido a la regeneración fue que Rajoy no comparece, que Iglesias se cepilla a Dante y fíjate, lector, con qué poco se conforma uno.
A Llach le molesta que en Estremera se cene gazpacho, pues que quizá quiera que se beba su vino y frutos de su huerto y de su higuera. A Llach le molesta que a Junqueras le digan "osito" los maderos, y uno piensa que el aburrimiento, l'Estaca y el twitter acaban degenerando a los cantautores de jerseys de cuello vuelto. Ocurre también que cuando pasen los días y se sepan las condenas van a llover las miserias entre los indepes, que ya sabemos que de botifler a mártir y viceversa media un tuit de una cupera en Perpiñán.
En mi retina van a quedar estas semanas catalanas entre el barrio gitano de Gerona y un león de Flandes. O cómo meter la puntita na más en el golpismo te puede hacer un hombre del presidente MR. Vila es el predilecto, y Puigdemont un mal menor a una Moncloa indolente que se conoce a sus clásicos/prófugos.
Recuerdo las advertencias de la buena gente de Brañosera sobre el prusés, o de Ovejero hace ya tres años cuando las plazas podemitas eran la moda mediática. En toda esta pocilga -que veremos si remendamos- sale triunfante Colau y ya, sí que sí, Occidente decae. Cuenta con Moncloa y con cañerías para borrar el efecto Arrimadas. Tiene tiempo, colmillos, catalanoargentinos activistas y ambigüedad marcacolau a la puerta de nuestro desahucio. Eran las 9 y 17 del domingo en Bruselas. Arranca la enésima semana histórica.