Es muy conocida en catalán, pero creo que también se entiende a la primera en español, la expresión de “fer la puta i la Ramoneta”. Si no me fallan la etimología y la intuición –que según se mire vienen a ser lo mismo…-, esta expresión viene del tiempo en que los burgueses catalanes se aficionaron a tener esposa y querida institucionalizada como quien tiene palco en la ópera y en el fútbol. Ya se sabe que donde hay mucha hipocresía suele desencadenarse cierta confusión. “Fer la puta i la Ramoneta” sería algo así como jugar al despiste para salvar situaciones desairadas como aquellas en que la fulana parece la legítima, o todo lo contrario.
¿Hace la puta y la Ramoneta Miquel Iceta cuando intenta pescar votos lo mismo en los caladeros independentistas que constitucionalistas, sin concretar con quién se casaría y con quién sólo se pegaría un buen revolcón? Se comprende que les escueza el electorado socialista perdido a manos de Ciudadanos. Difícilmente o nunca lo van a recuperar así. Pero son muchos años de altivez. A ver quién se resigna ahora a echar el curriculum en la tienda de electrodomésticos de los padres de Albert Rivera. ¿Preferirán que definitivamente Cataluña se hunda en la ciénaga de la ingobernabilidad antes de que puedan gobernarla otros?
Digan lo que digan las encuestas, (la demoscopia empieza a parecer adulación industrializada…), el sentido común señala una inequívoca fatiga de los metales secesionistas. La república catalana es un autobús panza arriba en la cuneta, con las ruedas girando en el aire, incapaz de darse la vuelta, ya sea para retroceder o para avanzar. Y eso cansa. La épica de la derrota non stop es agotadora. Hasta la afición del Atlético de Madrid, según me cuentan, exige ganar algún partido alguna vez.
Es el momento de decir la verdad a la gente. La verdad que llevan años escondiendo unos y otros. Atinan los que dicen que el orden político nacido de 1978 necesita un profundo repaso. Por ejemplo, el duopolio CiU-PSC en Cataluña que duró todo este tiempo toca a su fin. Se pongan como se pongan los que se aferrarán con uñas y dientes a la más rastrera alfombra del último Ayuntamiento de Cataluña antes de reconocer que se les ha pasado el arroz. Que fueron un error el pacto del Majestic, el del Tinell, la estrambótica reforma del Estatut y todos los experimentos no precisamente con gaseosa que han venido después. Volviendo a Iceta, el PSC tiene la opción de dejar de ser la Agrupación de Amigos de Frankenstein en que últimamente se ha convertido, volver a ser el PSC de toda la vida, con sus defectos pero también con sus virtudes, dar el paso atrás que no te lo quita nadie, porque los pecados contra el pueblo y contra la razón se pagan, dejar gobernar a quien más y mejor lo merece, y esperar una buena cosecha de mérito y de futuro. O, erre que erre, puede seguir poniéndose de culo a la misma esencia de la izquierda y a ver qué pasa. Total, cuanto peor, mejor, ¿no? La pregunta es hasta cuándo.