Ahora va leyendo uno la vida y obras completas de Iceta. Las que uno ve en sus tuits, donde Iceta va haciendo buena la máxima de que la lengua es un caudal sabiéndola manejar; en lugar de sostener algo, retuitea artículos y columnas de esa galaxia indefinida de pensadores que se tienen por la tercera vía en Cataluña.
Ahora su proyecto estrella es el pacto fiscal con dos saltitos, una mirada bailona, todo envuelto en cálidos rojos y Pedro Sánchez aplaudiendo la cosa desde una cierta distancia y un cierto silencio que va infartando a las baronías. Iceta está en todo; en el plato y la tajada de Ferreras. Del cinturón rojo a la plana de Lérida van dos discursos distintos, alocados, que fuera del calor mitinero se dirían hasta contradictorios; poco importa. En la sede de Calle Nicaragua saben de buena tinta que la Historia les avala como veleta y bisagra de los peores años del Principado, que quizá fueran los más suyos.
Entre el "Pedro, mantente firme y líbranos..." y otros éxitos similares se sucede la Historia del partido hermano de los socialistas de Barcelona. Cuando el selfie de Iceta en la soleada Barcelona el día de los constitucionalistas, no hizo más el PSC que ahondar en lo de siempre, la confusión como bandera, y nos volvió a girar esa rueda suya de marear la perdiz ante la estupefacción de un señor de Albacete que veranea en Torrevieja. Sin embargo los estadistas nos salen baratos y necesarios, y no sé qué anda vendiendo Iceta como cosedor en los entuertos cuando aquellos días que, sí, se desencadenaron los hechos y y se presentó a Urkullu como dialogante y sano catalanista (un mérito, no habiendo nacido en Vic).
La historia pasa entre contradicciones y el hecho fiscal diferente que nos acuñarán como mantra de unidad y hasta de puentes tendidos. Borrell saca la rojigualda como de orgulloso tapadillo, Iceta intenta calmar las aguas y que esa foto suya entre banderas de España se vaya diluyendo como una estampa simpática de tiempos duros; se le vio sonreír junto a los de SCC y eso tiene que marcarte de aquí a la eternidad. Porque España ha dejado de ser patriótica o caótica desde aquel glorioso día en que el PSC dejó lo de luchar contra el golpismo a título personal y llegó el selfie con Albiol y demás.
Y sin embargo en ésas estamos. Con Pedro hecho un hombre de Estado por la gracia y la nada de Rajoy, que decir dice poco ahora que el acatamiento es una vía barata para la carrera política. En los balcones siguen esas banderas de una España que es plural en las tragaderas. A la simpática gente de Polònia, Iceta les valía a ratos cuando lo elevaban a caricatura y al propio Puigdemont lo idealizaban casi que como un ángel de Murillo. Iceta se lleva a Revilla de telonero. Puigdemont sube un 19 por ciento en intención de voto según las últimas estadísticas. Pero Iceta tiende puentes, claro. Y va con Revilla en el alma y en el fin de campaña.