Para el fetichista de las fechas, un 1 de enero que cae en lunes es el día perfecto: tiempo de empezar, de empezar de una vez, por más que esté todo empezado. Se trata de empezar con lo que hay, procurando lo nuevo: la vida nueva, naturalmente.
Entramos por la puerta del año, que se encomienda a Jano, dios de las puertas, los finales y los principios. Enero, como es sabido, viene de Januarius (igual que January o Janeiro). El dios Jano mira también para atrás, pero en la práctica le damos un portazo al año viejo y nos abrimos al nuevo. Decía Borges que la mañana “nos depara la ilusión de un principio”. Hoy la ilusión es cuádruple, porque además del día comienzan la semana, el mes y el año. Lo dicho: el día perfecto.
Otro 1 de enero (del siglo XIX) Nietzsche formuló un hermoso propósito en un texto que tituló Sanctus Januarius. Lo copio como estímulo y regalo: “Quiero aprender cada vez mejor a ver lo necesario de las cosas como lo bello –así seré de los que vuelven ellas las cosas. Amor fati: ¡que ese sea en adelante mi amor! No quiero librar guerra a lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. Apartar la mirada: ¡que sea esta mi única negación! En definitiva, y en grande: ¡quiero ser, un día, uno que solo dice sí!”.
Los buenos propósitos son eminentemente autoayudescos. Hay un párrafo de otro alemán, Goethe, que viene a ser la síntesis de toda autoayuda posible: “A propósito de todas las iniciativas, hay una verdad elemental cuya ignorancia mata innumerables ideas y espléndidos planes: en el momento en que uno se compromete de verdad, la Providencia también lo hace. Toda clase de cosas comienzan a ocurrir para ayudar a esa persona, cosas que sin su previo compromiso jamás habrían ocurrido. Todo un caudal de sucesos se ponen en marcha con aquella decisión, ayudándole por medio de incidentes inesperados, encuentros insospechados y ayuda material que nadie hubiera soñado que pudieran ocurrir. Si sabes que puedes, o crees que puedes, ponte en marcha. La audacia tiene genio, poder y magia”. (Obsérvese que esta autoayuda segrega la complicidad –la asistencia– de lo ajeno: el providencialismo es un humanismo, y un universalismo).
Así que ahora o nunca: 2018 o nada. La experiencia nos dice que terminará imponiéndose el desastre anual. Pero hay que empezar fuerte: no vamos a tirar la toalla tan temprano. Con Borges, Nietzsche, con Goethe, nos hacemos la ilusión.