Lo que ha pasado esta semana en la Audiencia Nacional nos indica que la justicia española, aunque indeseablemente lenta, es un poco menos disfuncional de lo que a veces creemos. También demuestra que las leyes penales, cuando se aplican o se percibe la inminencia de su aplicación, son una herramienta pedagógica poderosa, capaz de inculcar nociones profundas de ciudadanía a quienes más refractarios parecían a adquirirlas. Ante la eventualidad cada vez más cierta de acabar pagando a un alto precio los platos rotos de esa edificante historia que un policía ocurrente bautizó con el nombre de Gürtel -para irritación de su personaje principal, que esta semana reivindicaba su castizo Correa-, los encausados Pérez y Crespo se lo han pensado mejor y han decidido recuperar la memoria y confesar lo que en años de instrucción se resistieron a reconocer.
La fiscalía les advirtió de que en el proceso penal no rigen las rebajas de enero, y que, si querían que su declaración tuviera algún efecto sobre las penas que pide para ellos, se hacía preciso que su contenido fuera de veras sustancial y favorecedor de la acción de la justicia. Llegó a facilitarles incluso una pista: que sus revelaciones contribuyeran a despejar las X superiores de la trama corrupta; es decir, de dónde venían, en realidad, las instrucciones para destinar -presuntamente- dinero de los contratistas públicos, a través de Orange Market y las empresas de la trama, al dopaje electoral desenfrenado y sistemático del PP valenciano. A cualquiera se le ocurría que decisiones de ese calado -y de semejante riesgo-, no era demasiado verosímil que las tomaran por su cuenta, y sin conocimiento de nadie más, personas situadas en los segundos escalones del aparato de la formación política salpicada de lleno por el escándalo.
Pérez y Crespo han cantado y, oh sorpresa, el señalado no es otro que el máximo dirigente del PP valenciano, devolviéndonos a los ciudadanos la sensación de que la lógica funciona y la esperanza de que la justicia pueda ponerla al descubierto. Quien manda en una organización suele mandar sobre todo, y no sólo sobre sus acciones inmaculadas y beneméritas. Ahora el señalado alegará que todo son calumnias de malhechores deseosos de bajarse la pena -no le será nada fácil pasarse a esa retórica, cuando consta que no hace tanto a alguno lo quería «un huevo», pero de esos virajes está llena la historia reciente de los afectos, tanto personales como políticos-. Y habrá que ver hasta dónde funcionan los hipotéticos pactos de silencio a los que pudieran estar ateniéndose otros políticos implicados en el asunto.
En todo caso, corresponderá a los jueces valorar, con todos los elementos de juicio de que disponen, si esos testimonios de los ahora arrepentidos son creíbles y proporcionan base para la incriminación. Lo que resulta notorio es que Gürtel, la pesadilla que persigue al partido del gobierno, no ha agotado su potencial destructivo. Que les sirva de aviso a los futuros navegantes.