No entiendo la pregunta de si Puigdemont podrá gobernar telemáticamente. ¿Pero qué se piensan que es un Puigdemont gobernando? A un presidente serio supongo que sí le resultaría difícil o imposible. ¿Pero a Puigdemont? ¿Qué ha hecho Puigdemont en persona que no pueda hacer a distancia?
Por lo demás, ¿qué es “a distancia” para Puigdemont? Desde que fue investido presidente, Puigdemont ha estado distanciadísimo de la realidad de Cataluña: lo que ha tenido en la cabeza es una abstracción igual de distante de la Cataluña real se esté en Montserrat o en Bruselas. De hecho, para lo que Puigdemont hace quizá le convenga más estar en Bruselas. Cuanto menos roce y menos ruido reciba de la Cataluña real, mejor para sus propósitos.
Ahora se ha puesto de moda el hombre bomba, que estalla con su bomba y se destruye a sí mismo al tiempo que destruye todo lo de su alrededor. Pero lo que se ha llevado toda la vida ha sido el dinamitero a distancia. Colocas la carga en un sitio y te alejas para hacerla detonar. Se trata de destruir lo demás pero tú ponerte a salvo. En este sentido, Puigdemont es un dinamitero perfecto de la vieja escuela. Desde Bruselas volará Cataluña mientras él se mantiene a salvo.
Cataluña será un enorme dron para este piloto loco que no va a estrellarse con el aparato. O un capitán del Titanic poniendo el trasatlántico a toda marcha contra el iceberg, mientras él está en su habitación comiendo chocolate belga o coliflores. Puigdemont puede estar ante el chollo de su vida: un kamikaze que no va a hacerse papilla con el avión. Un kamikaze que vivirá para contarlo. Y luego habrá que leerse encima sus memorias.
No es ya que los catalanes lo vean solo por la pantalla, es que él verá solo por la pantalla a los catalanes. Los catalanes aparecerán ante el adolescente Puigdemont como esos transeúntes de videojuego a los que hay que atropellar para ganar puntos. Y, como una cosa lleva a la otra, podrá montarse también fabulosas sesiones de cibersexo con su electorado. Al fin y al cabo, le han votado por su pornografía política.
Durante su visita a la hamletiana Dinamarca, no se espera que Puigdemont se pregunte si ser o no ser (su pelucón no parece muy permeable a la metafísica), ni manifestará ningún tipo de duda acerca de si estar o no estar. La opción es ya no estar, pero causando más estropicio aún que si estuviera. Esta vez no habrá que corregir al becario cuando ponga “embestidura”.