"Ja sóc aqui" y que sea en martes y en enero. El ínclito exiliado quiere llegar al Prat con su bufanda y un tres cuartos, y que lo esposen o escolten dos mossos: a poder ser de gala y con chistera. Desea que al pie haya un retratista de TV3 y un bufón recién salido de Estremera, un bufón de esos que se han encomendado a Dios y al martirio por la República y San Jorge.
Los cuperos a lo lejos, eso sí, observantes y sobaqueros por dar un poco de sororidad, borrokismo y autogestión a la República, que o será un poco de todos o no será. El ínclito Puigdemont, en suma, quiere marcarse un Tarradellas y un relato del exilio con el que acunar a los nois en las frías noches de Tractoria.
Dicen que los próceres con gafas están llamados a grandes causas, y Carles ha mantenido el pulso con Zoido, que debe ser como un Richelieu de esta época con civiles mal pagados y cierta pachorra en el proceder ministerial. Y siempre el aplauso de los Jordis, entrañables ellos, en el lacito y en la pomada y en esas butifarradas veganas donde los golpistas hacían la nueva Cataluña y arrimaban calçot /cebolleta, que para todo ha habido tiempo cuando se pedía Alicante -països- y se acababa con L'Estaca y la borrachera estelada. Y Puigdemont enhiesto, presidente entrullado en el Times y en El Mortadelo, heroico como cuando Jesulín se encerraba con seis toros afeitados en una corrida para solteronas. Eso.
Quizá en Madrid haya habido juristas de guardia, debate, miedito y papel timbrado dando prosa judicial a un esperpento que acabará con el país por culpita de esa herida que abrimos con el "café para todos". Quién sabe. Pero la imagen de Puigdemont en el Prat anda ahí, en mi magín, porque la culpa será de la concesionaria, de la avioneta que lo trajo de Bruselas y hasta de Arrimadas, a la que van llamando "una nueva Azaña" en los corrillos familiares del Club Siglo XXI.
Y mientras, Rajoy descojonándose del cuarto poder hasta en el micrófono del Sorayato, cuando le llega la tormenta perfecta. Pongan a esta pintura negra y delirante que les cuento un guión de Ozores, algún destape, música del NODO. Piensen que así hemos quedado para el mundo civilizado: a pesar de los meritorios desvelos del Rey en Davos, en donde tercie.
No lloremos. Al honorapla Puigdemont le debemos eso de la "marca España" en aeropuertos baratos y entre banderas que besa. Le debemos unas memorias y un busto en mármol: en el Senado, en Montilivi, en La Modelo.