Esta mujer no es azafata de congresos, no acompaña al podio a los campeones de una carrera, ni da vueltas en tacones sobre un cuadrilátero entre asalto y asalto, pero es joven y hermosa y hace el signo de la victoria mientras agita un pañuelo blanco a modo de pompón o banderola como suelen las cheerleaders y las paragüeras.
Esta mujer no vive en Occidente ni recibe un buen dinero por sonreír a cámara o hacer de animadora durante un espectáculo deportivo. Es iraní y la arrestaron la pasada semana junto a una treintena de jóvenes persas por desafiar al régimen de los ayatolás desprendiéndose del velo en público.
Sé que se llama Shima Babaei porque lo he leído en los periódicos y, aunque ignoro qué suerte correrá en un país ya de por sí desgraciado, sé que afronta una pena de hasta cuatro meses de cárcel por exhibirse felizmente despreocupada en señal de protesta contra el símbolo más visible de la opresión islámica contra las mujeres.
Tras leer algunos reportajes sobre la rebelión de los yihab no he podido evitar pensar en la controversia que ha generado la decisión de prohibir las grid girls de la Fórmula 1. Por cinco motivos.
1.- En las razones que expone el fiscal general iraní para denostar el movimiento #whitewednesdays y en los argumentos que presenta el feminismo involucionista para salvar a las mujeres de su “denigración” subyace el mismo puritanismo paternalista.
2.- Teherán considera los miércoles blancos un “movimiento infantil”. Quienes se oponen a la existencia de azafatas en congresos y eventos deportivos tratan a las mujeres como niñas ingenuas e inconscientes de que son víctimas de cosificación.
3.- Teherán cree que las protagonistas de estas protestas son “mujeres engañadas”. Quienes se empeñan en liberar a las mujeres de un “trabajo humillante” también las tratan como seres incapaces de discernir qué les conviene a la hora de optar por una ocupación determinada.
4.- Teherán aduce que la rebelión de los pañuelos proviene de la “influencia extranjera”, del mismo modo que las nuevas feministas apelan al factor exógeno cuando desprecian determinados cánones estéticos como imposiciones de los hombres, ajenas a los gustos y expresiones estéticas verdaderamente femeninas.
5.- Los ayatolás imponen unas prendas determinadas en razón de una moral superior -la que procede de la religión verdadera-, mientras que quienes abjuran del trabajo de azafatas y animadoras pretextan la pulsión emancipadora del feminismo para hacer valer su conservadurismo.
Les diferencia su capacidad de poder, pero llevados a un extremo los argumentos de unos y otras parten de la misma pulsión fundamentalista.