La semana pasada los medios europeos se hicieron amplio eco de la masacre en un instituto de Florida. Un joven de 19 años llamado Nikolas Cruz, ex alumno del colegio, asesinó a catorce compañeros y a tres profesores con un fusil semiautomático que había comprado de forma legal; finalmente fue detenido y se encuentra a la espera de juicio.
Como ya es habitual, las reacciones por estos lares a un nuevo tiroteo escolar en EE.UU. incluían el espanto y la incredulidad ante el hecho de que aquel país siga sin resolver su problema con las armas. También -y, de nuevo, como es habitual- aleteó sobre las reacciones europeas a esta tragedia una cierta sensación de superioridad, una cómoda reafirmación de que los americanos tendrán mucho poder y dinero, pero están totalmente locos. Aquí no permitimos que sucedan esas burradas.
Unos días después, en la localidad española de Andoain, doscientas personas recibían como héroes a dos miembros de ETA que acaban de salir de la cárcel. Los dos han cumplido condena por haber participado de forma activa y necesaria en el asesinato de Joseba Pagazaurtundua en 2003. En la primera noche del resto de su necia, su estúpida vida, los doscientos vecinos desplegaron una pancarta de apoyo a los terroristas, les entregaron ramos de flores, les aplaudieron, les abrazaron, se refirieron a ellos como presos políticos y, al parecer, incluso les brindaron una danza folclórica y varias rondas en la herriko taberna.
La alcaldesa de la localidad, de EH Bildu, no hizo nada para impedir el acto, y solo seis personas tuvieron el valor de manifestarse delante de quienes festejaban a los asesinos. Actitud, por cierto, que les ha valido las críticas del partido que gobierna el País Vasco. Eso de plantar cara a quienes homenajean a ETA es volver al pasado, dicen. Es muy cínico. Dicen.
Entiéndaseme. Este no es un ejercicio de cómo nos puede importar Tragedia Lejana X cuando aquí tenemos Tragedia Cercana Y. El problema de nuestro errático kilometraje emocional se resuelve ampliando la empatía, no reduciéndola. Está bien y es normal que nos horrorice lo que sucedió en Florida, y eso no es incompatible con horrorizarse también con el homenaje a los etarras.
Pero recordemos que ninguno de nosotros desempeñará papel alguno en un cambio legislativo relacionado con las armas en EE.UU., mientras que todos nosotros tenemos algo que ver -con nuestra voz, con nuestro voto- en lo que sucede en nuestros múltiples Andoains. Y sí, entre lo sucedido en Florida y lo sucedido en el País Vasco existen todas las diferencias que uno quiera. Pero quizá lo responsable sea quedarnos con la más inquietante: cuando Nikolas Cruz salga de la cárcel, nadie le recibirá como un héroe.