La democracia hizo un largo trecho antes de ir a remojarse como caricatura en la piscina del muy célebre chalet de La Navata de Galapagar, patrimonio material de la Humanidad y casi Real Sitio, ubicación pancartista de Vox y bellos atardeceres berroqueños. Por la democracia hay muchos cadáveres en el camino, hay noches de hielo y mañanas de chicharras en el penal de Carabanchel. Hay tenientes liberales que conspiraban por Argüelles y se jugaron un consejo de guerra por traer la democracia: eran los héroes de la UMD y no sé si en la lógica del ex JEMAD Julio Rodríguez -el penúltimo cunero- son unos traidores vistos a su distancia. Porque para que existieran los sucesivos vistalegres fue necesaria que una peluca -Carrillo- se fumara el banderón republicano, y antes fueron las visitas a Don Juan y la disposición de muchos.
Pasó que ahora me preguntas que qué es democracia, con tus sobradas y tus followers armados de aburrimiento, y ya no sé si por democracia entiendes un muerto en las calles de Caracas o un refrendo por un chalet, el de la pareja, en Galapagar. Hace tiempo me dijo un veterano pecero que el comunismo no era mendicidad; cenábamos con ron, y en el tocadiscos sonaba Mercedes Sosa: era suave la noche y yo era joven y me colaba con americana en los saraos del Partido. Quiero decir con esto que, sabiendo el bouquet democrático de Pablo Iglesias, la cosa suena bastante a consulta suicidilla de autoafirmación y a una prensa amiga del pablismo insistiendo en que el Infierno, como dijo el filósofo, son los otros.
Es evidente que todo español tiene derecho a una vivienda digna según la Constitución, y es evidente que hay casas más dignas que otras; y que la Consti anda como rancia para Turrión, y que en la Sierra de Madrid se respira mejor desde Felipe II. De aquí a que voten las bases nos quedan las hagiografías del amado líder, los gatitos muertos y el argumentario de que la derecha quiere dejar desamparada a una madre de gemelos. Andamos ya en los enésimos idus podemitas.
Ahora que ZP el observador se inventa democracias entre el delirio tropical y el realismo mágico pienso en el pisito de Galapagar. Pienso en esa barbacoa popular, en la Hacienda Nápoles de Pablo Escobar y en que eso de la democracia interna del líder y la consorte suena a borrachera de Ceaucescu, peronismo 3.0 y a luchas intestinas: en el momento justo y en el Galapagar adecuado. Yo sé que Tarzán y madre buscan piso en Alcobendas. Ocurre que Tarzán, ay, no es pueblo.