Alí Rajoy no dijo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad cuando fue a declarar a la Audiencia Nacional. Escrito negro sobre blanco ha quedado en la sentencia condenatoria del caso Gürtel. Una condena que, junto con las que todavía están por llegar por las prácticas corruptas del Partido Popular, a buen seguro acabarán convirtiéndose en un exitoso best-seller cuando se publiquen reunidas en un único volumen bajo el sugerente título de Alí Rajoy, el PP y los tropecientos ladrones. Y con un no menos atractivo subtítulo: Guía completa de lo bien que le fue al Partido Popular cuando administraba el dinero de los españoles.
El subtítulo es una aportación directa del doctorado Pablo Casado cuando dijo días atrás que “a los españoles les va siempre muy bien cuando gobiernan los populares”. Lo que se le olvidó decir al otrora superdotado estudiante de Derecho es que a ellos les va todavía mucho mejor. Y hay más frases que nos llevan a sentir vergüenza ajena en estos días de oprobio: las del propio Alí Rajoy cuando dijo que Gürtel “no era una trama del PP sino una trama contra el PP”, o las de María Dolores de Cospedal cuando declaró que “la sentencia formaba parte de una campaña de difamación contra el Partido Popular”, o las de…
No logro acostumbrarme a la impudicia de los políticos que tienen tanta cara, que mienten como bellacos sabiendo lo dura que tienen la cara y que mienten como bellacos; políticos que son incapaces de aceptar que les han pillado cuando realmente les han pillado; políticos que saben que los ciudadanos lo saben y sin embargo siguen y siguen y siguen.
Alí Rajoy ha demostrado que se desenvuelve con soltura tanto cuando miente como cuando no dice la verdad. Mintió descaradamente al decir que no le constaba que hubiera una caja B en el partido que preside. Y no dijo la verdad cuando, ya conocida la sentencia, se rasgó las vestiduras al afirmar que el fallo “establece una responsabilidad civil pero no penal sobre el Partido Popular”, sabiendo el tramposo que en los años que se juzgaban (2003-2005) no existía la responsabilidad penal de los partidos ni el delito de financiación ilegal que ahora SÍ figuran en el Código Penal, tras la reforma de 2015.
También mintió Alí Rajoy, o fue víctima de una amnesia global transitoria que le ha borrado de golpe su ya de por si frágil memoria, cuando dijo que la sentencia no tenía nada que ver con él: el pobre hombre no recordaba, parece ser, que ha sido condenado el partido que él preside y que ya presidía cuando ocurrieron los hechos juzgados. Si no, no se entiende tamaño desvarío.
Amnesia que también le ha hecho olvidarse de la condena contra Luis Bárcenas, su tesorero del alma: el mismo que Alí Rajoy nombró; el mismo al que mantuvo sus elevados emolumentos cuando ya estaba imputado; el mismo que fue generosamente indemnizado en diferido; el mismo que tenía coche, secretaria y despacho cuando ya estaba despedido; el mismo al que defendió incluso cuando ya era conocida toda la pasta que tenía escondida en Suiza y el mismo al que pidió, vía SMS, que fuera fuerte.
Que Alí Rajoy nunca ha sido un hombre de gran memoria lo confirman los sobresueldos que el pobre no recuerda haber cobrado. Se le han ido cayendo por los jardines de Moncloa las neuronas que sabían de la existencia de esos 373.000 euros cobrados en negro; euros procedentes de esa caja B que él, como ya sabemos, tampoco recuerda.
Los cuarenta ladrones de Alí Babá se han convertido en los tropecientos de Alí Rajoy. Y aunque su memoria no le de para contar más allá de los cuarenta del cuento, es seguro que con todo lo que está por caer –las más de quince causas judiciales que los populares tienen por delante– el relato de Las mil y una noches se va a quedar en una simple broma macabra que diría Joaquín Sabina.
No se rían, esto no hace ninguna gracia: Alí Rajoy sigue siendo el presidente del Gobierno de España.