Miraré de aligerar la carga a los futuros historiadores, que algún día tendrán que ocuparse del 31 de mayo y el primero de junio de 2018 y de la primera moción de censura exitosa —por así decirlo— de la democracia española. La que catapultó a la cima del Ejecutivo a alguien sin el aval directo de las urnas. Un presidente a su pesar, como podemos inferir de sus palabras.
Recuérdese cómo, en emocionante paradoja, Sánchez rogó, mientras se postulaba para sustituir a Rajoy, que apartaran de él ese cáliz, que el presidente dimitiera para retirar la moción de censura. Y aquí es donde los historiadores de mañana deberán aplicarse para que los registros de los mensajes del gobierno saliente y de su partido no les despisten.
Que no les confundan las huellas sembradas por la cesante secretaria de Estado de Comunicación, la de las listas de tertulianos, la que ha impuesto un silencio ensordecedor en el extranjero mientras el separatismo preparaba la acogida de su golpe como un amable ejercicio de democracia participativa.
El presidente del Gobierno saliente apagó el teléfono y mandató a doña Carmen para imponer una interpretación falaz de su hibernación según la cual de nada iba a servir que dimitiera, toda vez que el candidato socialista obtendría igual la presidencia en cuanto el Congreso votara su investidura. Al menos en una segunda votación, que no requeriría ya de mayoría absoluta. La patraña fue apuntalada en rueda de prensa por la secretaria general de los conservadores, mientras el presidente del Gobierno se ausentaba de su censura para prolongar hasta la noche la espirituosa sobremesa de un almuerzo con plasma.
Historiadores sin nombre, no caigáis en la trampa. Cierto es que esta semana nace un gobierno gracias a espontáneos costaleros que cargan con el pesado paso: afectos a la ETA, comisionistas del 3% con sus compadres de rebelión, populistas de matriz bolivariana que votan en Bruselas y Estrasburgo lo mismo que el Frente Nacional, herederos del orate Arana... y el propio Mariano Rajoy. He aquí el punto focal, que no os distraigan las dos mandatarias con sus cuentos: Sánchez ha sido aupado (también) por Rajoy.
Prefirió después de sí el diluvio antes que un presidente conservador distinto a él. Solo el tiempo podrá revelarnos por qué le pareció mejor el hipotecado Sánchez que un conmilitón sin tacha. Porque el Euzkadi Buru Batzar puso esa condición: tú no, Mariano. No me corresponde esbozar las razones de este incendio neroniano del PP.