"Piensa que es Pedro Sánchez", gritaron desde 'el 5' a Ferrera en la suerte suprema del primero (Barberón, negro chorreado). Hacia allí había mirado, hacia 'el 5', Juan Carlos I veinte minutos antes: con detenimiento de sol y sombra.
Corrida de Beneficencia. Olía poco a señoruca piorreica y olía mucho a 'mojito', y quizá los tiempos estén cambiando en esto de mezclar al Ibex y a los ganaderos en los palcos. Himno nacional y selfies y lololós a media voz en el homenaje musical a la Bandera. Era en el día en que el compañero Huerta fue nombrado ministro, el día que bajaron a un astronauta -Duque- al barro del politiqueo, y cuando la arena drenó como siempre la sangre equina y a los bárbaros que vociferan. Sol y negro en el cielo a la hora de la comida, y el taxista cenizo, conversador: meteorólogo empecinado con los nubarrones cerrados que vienen por Vallecas.
Horas antes, en los postres, se rezaba a Chenel, a la Veterinaria como ciencia feliz, y hasta al satélite Meteosat para que saliera un alcurrucén como aquel Jabatillo de Castella y 2015 (según me apunta María Fabián Antón). Que saliera también, Dios, un Ferrera más austero/certero. El cielo dejó de ser un cuadro de Zuloaga y apareció un sol que invitaba a novia formal o a liarse la manta a la cabeza con el reventa más insistente: para lo queda de Feria y de nosotros mismos.
La Beneficencia es la infanta Pilar, Elena 'de maquillaje y blanco', y el Emérito enfocando al bocazas en 'el 5' hasta que se me ocultó, Juan Carlos I, digo, entre la hiedra, la columna, y la regia testa de Doña Pilar. Y a la vera Ángel Garrido, presidente del Madrid autonómico, nervioso en el abroche y desabroche de la chaqueta por si quedaba 'por y para los siempres' como estampa goyesca nacida por unas cremas del Mercadona: torpe en el protocolo palatino.
Y volver a los toros con sol, sí, a flirtear con aquel amor de otras ferias, de otras ferias mejores sin prisas ni prosas. Entrar por Arrastre es una tradición, y así ha de ser. Marcos de Quinto me saluda junto a Chapu Apaolaza, se extraña de mi gorra de béisbol a juego con el jersey Ralph Lauren, y le recuerdo a aquellos amigos comunes de Cuenca que son la "chispa de la vida". Pasó Ostos enjuto de carnes, cortando el tráfico del carro real ("maestro, nos ha dejado tirados en el arroyo del olvido. Sabe usted que hasta el Rey lo va a saludar", le gritaban hijos de la América española). O Enrique Múgica, sonriendo en la medida de lo posible. O Dragó en plenitud y vigor.
Luego conté a varios francotiradores en el bosquecillo de aquellos pinos raquíticos, hoy reventones de verde. Entre extremeños -Fernández Vara, el cartel casi entero- y borbones pasamos la tarde. Madueño pensaba explicarnos a los nuevos eso de "los medios".
Rocé la plenitud, el tedio y la pulmonía. Miedo futuro en palco de la Comunidad. Se habló del último isidro así, como del último verano de nuestra juventud (Gil de Biedma).