Cuando el ministro de Fomento José Luis Ábalos reconoce en una entrevista para el diario El País que el Estado autonómico “ya es asimétrico” está diciendo, en realidad, que no importa demasiado que lo sea un poco más. “No nos debe escandalizar” añade, antes de arrancarse a cesiones contra esa burguesía nacionalista catalana que le acaba de endosar un golpe de Estado a la democracia española. Qué fácil es el diálogo con el golpismo cuando los derechos con los que trapicheas no son los tuyos.
“Rendíos si no queréis que os demos todo lo que pedís” parece decirle Ábalos al separatismo y a fe que el mensaje ha llegado alto y claro hasta Cataluña. Torra, que ya andaba en el campamento base de la chepa de Pedro Sánchez, alcanzará en breve la cima de su coronilla, desde donde zureará los derechos de pernada financieros, administrativos, culturales y medievales que le corresponden a él y a los suyos, además de los nuevos baches en el ADN que les corresponden al resto de los españoles.
Está por ver, eso sí, cómo digerirán los votantes andaluces, manchegos, madrileños y extremeños del PSOE lo de “ya eras menos que un catalán en 1978 y en 2010, así que no te quejes si te hacemos bajar un peldaño más en 2018”. Los racionalistas hemos aprendido a dar por descontada la irrelevancia de la racionalidad en el proceso de toma de decisiones del votante contemporáneo, así que, si he de apostar, apuesto a que populares y socialistas continuarán votando mayoritariamente PP y PSOE en 2020 aunque les sienten a todos ellos en la cara a un catalán fumándose un puro. “Es que así está más cómodo: a fin de cuentas ya erais asimétricos antes y él anda muy oprimido”.
Más tarde en la entrevista, Ábalos, cuyo concepto de la ciudadanía es un holograma que pende del vacío por un hilo de humo, añade: “No puede haber ciudadanos de primera ni de segunda en función de los territorios. Pero hay hechos singulares que reconoce la propia Constitución”. Los hechos singulares son un baile regional, unas cebolletas de Consuegra (Castilla-La Mancha) que los catalanes creen autóctonas, un relato histórico falso y una lengua propia ¡ahora que están tan baratas que hasta los andaluces, los asturianos, los extremeños y los aragoneses dicen tener una! Para el salto lógico que lleva de la cebolleta a los privilegios políticos y financieros concedidos a los catalanes nacionalistas se requiere fe a espuertas y yo de eso escaseo, así que se lo dejo todo a ustedes.
Pero quédense con el “pero” de Ábalos. Ya he explicado en anteriores columnas este principio básico de la psicología de la comunicación: todo lo que precede a un “pero” es una mentira bienqueda y lo único que debería importarle al lector es lo que se descuelga a continuación. En este caso, la idea de que cuando el PSOE se rinda frente a los golpistas no lo hará por afinidad ideológica con sus tesis supremacistas sino “porque lo dice la Constitución”.
Leída con esa libertad interpretativa, claro, la Constitución justifica hasta el sacrificio de vírgenes. Nada que objetar a ello: los racionalistas también solemos ser realistas jurídicos y saber que el derecho no son leyes y procesos sino el viento que le ronde por la cabeza al grupo de interés de turno. En este caso el partido que ocupa actualmente el poder, sin haber pasado por las urnas, en el momento más convulso de los cuarenta años de democracia española. El momento histórico ideal, en fin, para tener al frente del tinglado a un presidente al que no ha votado nadie.
"Es que nuestro sistema no es presidencialista sino parlamentario" dicen los politólogos socialdemócratas como si hubieran descubierto la Atlántida. Aunque están en lo cierto. Tanto como lo estamos los que decimos que quizá no era este el mejor momento para testar, por primera vez en democracia, aquello de un presidente del Gobierno que, a diferencia de Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy, no se ha ganado el cargo con una victoria en las urnas. Quizá el experimento habría sido menos arriesgado en cualquier otro momento en el que la ultraderecha catalana no acabara de dar un golpe de Estado y el partido en el Gobierno no hubiera obtenido los peores resultados de su historia. ¿No creen, caballeros?
Será todo un espectáculo, eso sí, ver a PP y PSOE acusar a Ciudadanos de oportunistas y radicales cuando Rivera proponga un mínimo del 3% de los votos nacionales para obtener representación en el Congreso de los Diputados. Y digo "espectáculo" porque ver a PP y PSOE echar pestes de esa reforma electoral con Quim Torra e Iñigo Urkullu adheridos a sus jetas como un alien a punto de implantar en sus estómagos el huevo de una mayor desigualdad entre españoles elevará a un nuevo nivel el noble arte de la ventriloquia.