José María Aznar era franquista. Más que franquista: muy franquista. De los de visita semanal al Valle de los Caídos, para entendernos. Esperanza Aguirre, una señorona facha del barrio de Salamanca a la que le tintineaban las perlas del collar mientras hablaba. ¿Y qué decir de Ana Botella, epítome de lo rancio y lo carpetovetónico? Rita Barberá sumaba a su condición de fascista la de corrupta. Lo cual se da por supuesto –como el valor en el ejército– entre el facherío valenciano. Bueno, y también entre el del resto del país.
Facha, pero facha de los de parar taxis con el brazo en alto aunque no pase ninguno, es María Dolores de Cospedal. Y hasta Cristina Cifuentes, que lo ha intentado disimular haciéndose la rockera con tatuajes, pero que no engaña a ni uno solo de los sagaces cazadores de fachas de la izquierda. Pablo Casado suma a su meridiano fascismo, obvio para todo aquel que atesore dos ojos en la cara, un lío con un máster infinitamente más incapacitante para su futuro político, ¡dónde va usted a parar!, que el currículum inventado desde la primera a la última letra de Pedro Sánchez.
La única del PP que se libra del gen del facherío es Soraya Sáenz de Santamaría. Habrá que preguntarle a Jaume Roures y a Mauricio Casals por tan insondable misterio.
Fachas son Albert Boadella, Félix de Azúa, Fernando Savater y Arcadi Espada. También Antonio Escohotado, Fernando Alonso, Rafael Nadal y hasta los guardias de seguridad del Museo Afroamericano de Washington que el miércoles pasado le impidieron el paso a Quim Torra y su séquito. Mientras el presidente del Gobierno regional catalán se enfrentaba a ellos, en su interior hablaba, ante una respetuosa audiencia de fachas de colmillo afilado, otro facha redomado: el embajador español en EEUU.
Hablando de EEUU. Fachas fueron también Ronald Reagan y Bush padre. No digamos Bush hijo, el überfacha. Fachas fueron John McCain y hasta Marco Rubio. Fachas son Clint Eastwood, Roseanne Barr y James Woods. Fachas, además de paletos, son todos los votantes de Donald Trump. Fachas son Steven Pinker, Richard Dawkins y por supuesto Jordan B. Peterson, Sam Harris, Camille Paglia, Nassim Taleb y hasta el finado Christopher Hitchens.
Fachas son Loquillo, Isabel Coixet, los youtubers que quieren mudarse a Andorra, Bertín Osborne, Carlos Herrera, el público de los Juegos Mediterráneos, la Guardia Civil, la Policía Nacional, los jueces, los fiscales y los que quieren que sus hijos sean educados en español en España.
Fachas de los de rebozarse en su facherío como un cerdo en su lodazal son Montano, David Jiménez, Rafael Latorre, Jorge Bustos, Cristina Seguí, Ramón de España, Gregorio Luri, Enrique García-Máiquez, Miguel Ángel Quintana Paz, Cayetana Álvarez de Toledo, Laura Fàbregas, Juan Claudio de Ramón, Ignacio Vidal-Folch y hasta Aurora Nacarino-Brabo, pobre de ella, que intuyo que nunca se imaginó en estas lides.
Facha de los de oreja, rabo y vuelta al ruedo es Albert Rivera. Inés Arrimadas se ha pasado la pantalla de lo facha y anda ya por la de lo macarra. Al final de esa pantalla le esperan los tres bosses de lo macarra: Girauta, Carrizosa y Cañas. Si logra derrotarlos, verá sus iniciales grabadas en oro en todo lo alto del ranking del fascio.
Visto lo visto, parece mentira que esta gente tan perspicaz y con una sensibilidad tan acusada para lo facha no haya sido capaz de detectar a los únicos verdaderos fascistas con mando en plaza que quedan en este país. Tan incapaces de detectarlos han sido que cuando esos fascistas les han retado en el Parlamento, les ha desafiado en los medios de comunicación, les han menospreciado en los tribunales y les han insultado en las instituciones europeas, cuando esos fascistas han esgrimido eslóganes racistas que no se oían en Europa desde 1940, cuando esos fascistas han ejecutado un golpe de Estado contra la democracia y han buscado muertos en las calles que desataran una guerra civil en este país, el PSOE les ha ofrecido tres cosas. Perdón, olvido y diálogo.
Menudo ojo tienen.