Amenas imágenes de Sánchez y Torra ya casi en sepia, y eso que sólo han pasado unas cuantas horas. Las yedras de Moncloa, el lazo del president visible desde el Alto de los Leones. Un minué, un baile, licor de hierbas y un tiempo ganado por ambos en esa habilidad que tienen el supremacista y el arribista de ir ganando tiempo en la nada. Ganándole tiempo a la nada.
Pedro cree que la distensión es concesión, y en el ameno paseo ajardinado a 35 grados meseteños, quiso Sánchez abordar temas sociales: como si a Torra le quitasen el sueño de la raza eso de los inmigrantes, el problemilla del amianto en el cinturón industrial de Barcelona o que falten bollos en los comedores de la gen.cat.
Sabemos que Torra es Torra, que contra las vocaciones fuertes hay poco que hacer. Su última iluminación tras estas horas madridís fue largar en Catalunya Radio que él ya es más que cincuentón, que le quedan pocas cosas que cumplir y que anda pergeñando una Constitución catalana de nuevo cuño: como Moisés en el Tibidabo con el lazo colgón entre el taparrabos.
El lunes se vio que el nuevo Estado central lleva dentro el peor complejo: esa deuda con el independentismo que el PSC anuncia, cada tanto, con sordina o con oportunismo; dijo Iceta que cuando uno intima con Torra, es "como para llevarlo a cenar". Un encanto al que hace unos tuits se le fue la mano, ¿verdad, Miquel?
Es evidente que a Torra el lazo le creció; que fue a Madrid con un orujo y varios libros vernáculos y que se volvió con todos los jabones del mundo. El lunes a la noche el pueblo de Madrid, el que queda, por no hablar ni hablaba de Luis Enrique.
Si la democracia es esto de agasajar a un racista que nos llama bestias por parlar la lengua de Cervantes, y si para Sánchez las medidas de calado pasan por abrir la Constitución para que podamos hablar en la neolengua inclusiva de "españoles y españolas", uno -yo mismo- ha de ir a mirarse qué fue de la izquierda y de nosotros: los de entonces.
Que se vio a Torra dichoso, sí. Feliz de que Sánchez fuera tomando nota de su ristra de disparates que se irán concediendo entre el sí, el no, algo de una línea roja y el tiempo que vendrá, gran aliado del supremacismo.
Horas después del Bienvenido Míster Torra, Sánchez nos vino con la inclusividad lingüística. Pero a mí no se me van de la cabeza los pasitos seguros de Torra por los parterres de Moncloa y el lazo florecido por Quim en la solapa: en el contradiós de lo digno que queda de España.