Hace unos días, EL ESPAÑOL recogió el recibimiento a Inés Arrimadas en Canet de Mar: centenares de vecinos salieron a la calle para insultarla. El epíteto más repetido era “puta”. También cobró fuerza el “cerda”, que compitió en popularidad con los deseos de una violación en grupo.
La situación, que pone los pelos de punta a cualquiera con unas mínimas coordenadas de decencia, debería haber sido ampliamente contestada por aquellas que se denominan “feministas”. Pero, oh sorpresa, las profetisas de la causa, que pululan por las redes y más allá trayendo el mensaje de la liberación de la mujer, no dijeron esta boca es mía para defender a una mujer ofendida en su dignidad con el grito a coro de la palabra de cuatro letras.
Un grupo de intelectuales promovió un manifiesto para pedir respeto para Inés Arrimadas. Lo han suscrito mujeres como Carmen Iglesias, Soledad Puértolas, Berta Vías, Ana Iríbar, Mercedes Monmany, Marta Robles, Sara Navarro o Nuria Amat, entre otras cincuenta. No sé qué votan, pero me consta que la mayoría no lo hace por el partido al que Inés Arrimadas representa. Lo triste de esta historia es que ha habido mujeres que se han negado a firmar el manifiesto por no comulgar con la adscripción política de Inés, como si el pertenecer a Ciudadanos justificase que te llamen cerda o deseen tu violación.
Tiene que ser duro ir de abanderada de los derechos colectivos y luego decir que no puedes apoyar a una mujer insultada por pertenecer a este o a aquel partido. Alguna que yo me sé estará llegando a este punto con el corazón en un puño por miedo a ser descubierta. Tranquilas, queridas hipócritas: nadie publicará vuestros nombres.
Esta semana, las compañeras de Arrimadas promovimos una campaña para pedir el apoyo de las mujeres de otros partidos ante el trato que está recibiendo. La iniciativa fue un éxito a medias: ninguna de las ministras de Pedro Sánchez respondió a la demanda, como tampoco lo hicieron Manuela Carmena o Ada Colau. Especialmente sangrante resulta el silencio de Carmen Calvo -cuya enloquecida cruzada contra la Real Academia Española la lleva a transitar peligrosamente por los aledaños del ridículo- que es vicepresidenta y ministra de Igualdad, y lleva semanas cacareando que este es el Gobierno más paritario de la historia. Por cierto, Pedro Sánchez sí puso un tuit en defensa de Inés. ¿Será que las ministras se sienten tan representadas por su jefe que creen innecesario intervenir?
¿Saben cuál es el problema? Que Arrimadas representa la oposición frontal al separatismo, el pie en pared ante los que quieren fracturar Cataluña. Y eso es suficiente para que mujeres como Carmena, Colau o Calvo se hagan el avión ante los insultos machistas que recibe. Hay algunas mujeres para las que la lucha feminista no es un fin en sí mismo, sino un arma política que se usa para defender a según quien.
Esas mujeres hablan de sororidad, pero cuando toca tender la mano a una agredida primero le miran la filiación. Por eso han decidido que los insultos machistas a Arrimadas no son problema suyo. Que no nos engañen. Esto tampoco cuela.