Se llama Lidia, tiene un marido y tres hijos pequeños. Se llama Lidia y el sábado, mientras la familia iba de paseo por un parque de Barcelona, decidieron quitar algunos lazos amarillos. Esos lazos símbolo de lo peor de una Cataluña que se desangra, que pierde empresas, turistas, concordia, paz social, futuro. Se llama Lidia y ella, su marido y sus hijos quitaban esos lazos que atragantan la convivencia, que son metáfora de la imposición y la burla a la ley.
Quitaban los lazos y llegó un energúmeno a echarles la bronca. Y Lidia, que supongo que está harta de los plásticos amarillos, del desprecio a las instituciones y de los chulos que están colonizando los espacios públicos, le contestó. La respuesta fue el grito de “extranjera de mierda”, y a continuación un puñetazo. Un puñetazo que tiró al suelo a Lidia –que, por cierto, el tipo podría haber pegado al marido de Lidia, pero prefirió darle a ella: al fin y al cabo, es más fácil-.
Una vez cayó, el hombre siguió golpeando a Lidia, mientras sus hijos (7, 6 y 5 años, ya ven ustedes) lloraban aterrados. Por fortuna, pudieron parar la golpiza. Lidia acabó la tarde de sábado en el hospital, con la cara hecha un mapa y tres niños aterrorizados a los que no sé cómo les van a explicar el suceso.
El sábado, en un parque de Barcelona, en plena canícula, una familia quitaba lazos amarillos de las verjas –esos lazos de plástico que contribuyen a ensuciar Barcelona– y un energúmeno decidió que era su deber arreglar el asunto a puñetazos, y elegir a la mujer como víctima de los insultos, los golpes y la rabia.
Para mi sorpresa, no hay demasiadas condenas, y no sé si es porque algunos no se han enterado de la fiesta, o porque creen que la agresión recibida por Lidia no va con ellos, porque Lidia estaba retirando lazos amarillos, y esto te quita puntos para recibir el caudal de calor humano que se reserva para otros. Pienso en esa mujer a la que pegaron delante de sus hijos pequeños por quitar basura del espacio público, y lamento la falta de compasión de muchos tan amigos de mostrar su solidaridad y su empatía.
Tengo ante mí la hipócrita reacción de Iceta en la que condena “todo tipo de violencia”, así, en general, como si esto fuese una guerra de bandas, y el miserable tuit de Ada Colau en la que pide “esperar a conocer detalles de la investigación”. Pero Lidia es madre de tres críos que juntos no llegan a la mayoría de edad, y un hombre (o un esqueje de hombre) la ha dirigido insultos xenófobos delante de ellos antes de mandarla al hospital de un puñetazo. Sigue esperando, Ada, que vamos muy bien.