Me entero por el libro Benet. La ambición y el estilo (el original homenaje de Rafael García Maldonado a Juan Benet en el veinticinco aniversario de su muerte) que Mercedes Formica llamaba “el Albondigón” a la mezcla de partidos fascistas, tradicionalistas y conservadores que formó Franco para sostenerse. No sé si es porque Sánchez ha ligado ya su nombre al del dictador –y nos acordaremos de Sánchez más que del dictador cada vez que pasemos por los alrededores de la Almudena– por lo que, al leer lo del albondigón, he pensado automáticamente en Sánchez.
En efecto, los partidos que apoyaron la moción de censura del PSOE contra Rajoy forman, con el PSOE, un genuino albondigón: una enorme bola de carne picada con los sanguinolentos desechos ideológicos del siglo XX, y aun del XIX. El PSOE se ha ofrecido como base para hacerlos comestibles, a riesgo de que el propio PSOE se vuelva incomestible.
Esa es la tensión que existe en el seno del albondigón. La posibilidad buena, que es la que está cantando la prensa socialdemócrata con un entusiasmo poco hipotético, es la de que los ingredientes nacionalistas y populistas oscilen hacia la comestibilidad desde su incomestibilidad casi consustancial. La posibilidad mala es la indicada anteriormente: que tales ingredientes hundan al PSOE en la incomestibilidad. Ojalá ocurra lo primero; pero en cuestiones de comida suele suceder lo segundo. El cocinado mismo del albondigón me parece una mala señal, porque ha sido meter en la olla ingredientes que deberían estar, si no en la basura, por lo menos fuera de la mesa. Aunque intento animarme con la posibilidad positiva, me resulta muy difícil de digerir.
El espectáculo de los Presupuestos Generales del Estado se está desarrollando de acuerdo con esta lógica. La lógica del albondigón. Lo acordado entre el Gobierno y Podemos debe seguir rodando para que se le adhieran el PNV, el PDeCAT, ERC y hasta Bildu. Los Presupuestos se plantean, así, como un Frankenstein cuyas condiciones de existencia son los vicios y deformidades que ha de contener. Ser un monstruo o no ser. Un pecado original que está en el nacimiento mismo del Gobierno: Sánchez se apoyó, contra Rajoy, en quienes eran peores que Rajoy.
Ahora Pablo Iglesias va –con el consentimiento del Gobierno– por cárceles, despachos y escondrijos mendigando la carne que falta para la bola, en una peregrinación ciertamente nauseabunda. Al final lo peor de los Presupuestos es que sabemos cómo se han hecho, cómo se están haciendo.