El magnicidio frustrado coloca una peineta sobre el contexto político por el que venía deslizándose España desde hace algunos meses. Los cambios en las instituciones han provocado la rabia de parte del país, contenta con desahogarse en los virales de WhatsApp hasta que apareció este señor franquista yendo más allá. Al menos había una bala con el nombre grabado de Pedro Sánchez en todo el arsenal que escondía en casa.
La situación recuerda a una película de enredos, ni era tan buen tirador ni quería hacerlo, por eso avisó con antelación, y, como siempre, había una chica en medio a la que impresionar –¿quién le puede culpar por amar?–, pero apuntala la decisión cosmética de exhumar a Franco del peor presidente de la democracia: el franquismo sigue armado.
El hombre, corredor de fondo, aparece en la fotografía con la estela de la juventud. Lo imagino apretado por las convicciones, a punto de estallar dentro de esa visión del mundo recta y fanática, obsesionado por las cosas bien hechas, autoconvencido de ser el último héroe del 39. Cualquiera habrá podido palpar las mismas sensaciones: todavía existe quien piensa que lo de exhumar al dictador es el gol en el 90 de la Guerra Civil. Algunos amigos millennials están convencidos. Este tipo, ahora enclenque, un guardia jurado freelance, saca a la luz esa parte del país guardiana de la prórroga de una contienda que le queda lejanísima.
A la aparición estelar en el Congreso del guapísimo Pedro Sánchez sólo le hacía falta un dramita de esta altura. Los helicópteros, las gafas de sol en el avión, las fotos de las manos, el chándal en la carrera popular, la paradinha del besamanos y ahora el hueco hecho a medida en la pared del despacho para su cabeza disecada, vacío, claro. Iván Redondo habrá encargado una placa con la leyenda perfecta: “Casi me lo matan por la democracia”.
El chascarrillo de nuestro tiempo ya se ha completado. Vivimos una época agitada por la moción de censura, la tensión provocada por el separatismo y los Javis, con un retorno kitsch del franquismo a las puertas, mezclada la burguesía aburrida con los olvidados del campo. Podremos contar cuando pasen los años lo de ese viejo armado hasta los dientes que intentó descabezar el país por amor. A mí toda esta intensidad me da mucha pereza. Prefiero tomarme la actualidad con la actitud de Garci en Cowboys de medianoche, un poco apático, cínico y disimulando la sorpresa.