El lunes despertamos con la noticia de que un investigador chino ha conseguido modificar el ADN de unas niñas gemelas que acaban de nacer. Una de ellas será inmune al virus del VIH, o eso dice él. A mí, que soy de letras puras, todas estas cosas me suenan al idioma del científico en cuestión, He Jiankui pero, así de entrada, el invento me huele a chamusquina. El señor no ha intervenido para curar, sino para prevenir una enfermedad que, por un lado no provoca la muerte gracias a los avances de la medicina y, por otro, puede prevenirse con algo tan vintage como un condón.
Por muy innovador y revolucionario que sea lo que ha conseguido a nivel científico, el problema es que lo ha aplicado, no en un ratoncito, no en un mono, sino en seres humanos y, además, pasándose por el arco del triunfo tanto la ética como el protocolo científico, según el cual, varios profesionales independientes deberían haber revisado el experimento para luego ser publicado en una revista de investigación. El señor He ha publicado su hazaña en YouTube, cual si fuera Elrubius, y se ha quedado tan ancho.
Sin tener ni idea de genes ni cromosomas, surgen muchas preguntas que, hasta el momento no tienen respuesta. ¿Quién le ha dado permiso a He para alterar el manual de instrucciones del ser humano? ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de esa intervención, tanto para las gemelas, como para sus descendientes, como para el resto de la humanidad? ¿Ha dado el señor chino el pistoletazo de salida para los bebés de diseño por mucho que él lo niegue?
Ya me imagino a todos esos padres, que ansían que su hijo sea el próximo Ronaldo, pidiéndole al señor He un bebé con buenas piernas, velocidad máxima, coordinación suprema. Para las chicas, mire usted, me pone la cara de Penélope Cruz, la fuerza de Serena Williams y la inteligencia de Donna Strickland. Ah, y que no me pille ni una gripe la criatura, ni tenga acné.
Eso sí, los bebés mutantes solo estarán al alcance de unos pocos, porque me da que este rollo transgénico valdrá una pasta. Resumiendo: los bebés de La Moraleja y Pedralbes serán la hostia; el resto, pillando la varicela y liándola parda con las gastroenteritis en la guardería, como siempre. Se me ocurre que las ligas futbolísticas deberán organizarse según tengas el gen súper guay o el gen populacho de toda la vida de Dios. Lo mismo con los concursos de Miss y las Olimpiadas. Los aspirantes al Nobel se repartirán entre cuatro familias. Esto empieza a recordarme a "El cuento de la criada", no sé por qué.
Y digo yo que si el chino quería apuntarse un tanto en plan héroe del mundo mundial, lo podía haber conseguido cargándose un gen culpable del cáncer o de una enfermedad degenerativa incurable. Pero nada es casualidad y resulta que en China, hace un par de décadas, hubo una epidemia de sida tremenda, producto de la venta de sangre infectada de campesinos pobres en la provincia de Henan. La cosa fue tan grave que, hoy en día, los infectados de sida en ese país, viven estigmatizados y discriminados, tanto laboral, como socialmente. Y, en lugar de informar, de trabajar en hábitos de prevención y de intentar que la población sea menos retrógrada y menos cabrona, pues hala, unos toquecitos al gen y santas pascuas. Para qué ir a la causa si puedes jugar a ser Dios y cercenar los síntomas. De paso, escalan puestos en el pódium de las potencias mundiales, que es algo que se lleva mucho por aquellos lares. Ellos son lo más de lo más, ya sea en gimnasia, en ajedrez o en autoritarismo político (y cromosómico).