Sànchez, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Quim Forn, Jordi Cuixart, Josep Rull y Raül Romeva. La fotografía en Lledoners, las sonrisas, la complicidad. La conciencia de líderes de un movimiento con unas razones peregrinas. Qué fácil es dárselas de héroes en una trena con pensión completa y despacho enmoquetado. Y después de la fotografía, posando como un equipo de fútbol 7 o un combinado sudamericano de boleros, sabemos lo de la huelga de hambre de Rull y Sànchez, de Turull y Forn. En esa fotografía sonríen, visten de casual y no se les ve el traje a rayas.
El hambre es ahora la forma de hacer patria. La república es anoréxica o no será, que los carbohidratos limitadísimos son el símbolo de un pueblo que quiere escribir su futuro botando en un furgón de la Guardia Civil, una kale borroka de las sonrisas que ahora nos chantajea con la anemia.
En Lledoners ya sabíamos lo del brujo confidente de Junqueras -los intelectuales acaban por juntarse en afinidades selectivas-, pero nadie nos avisó que esta cárcel se iba a convertir en la Buchinger del separatismo. Sànchez y Rull, y ahora Forn y Turull, quieren mover a la conmiseración ahora que se someten a la disciplina del caldito, y les bajan las defensas, y es Navidad, y habrá almas pusilánimes a las que les conmueva que estos dos tipos ingieran menos de lo que dicta la OMS. Un especial de TV3 con un pascuero y Turull y Sànchez bajo el muérdago culminará el victimismo de la cosa.
El nacionalismo quiere marcarse las costillas, y a Puigdemont se le ve por Bruselas con un babero y con el ácido úrico en niveles alarmantes. Los golpistas son así, unos mártires y otros tuiteros compulsivos, y contra eso hay poco que decir. A Sànchez y a Rull, a Turull y a Forn les falta una posguerra, probar el café de recuelo, y por eso tan solemnemente vienen a contarnos que vencerán a la tentación de la butifarra de Vic y al rancho multivitamínico y vegan friendly que ponen en Lledoners.
Sànchez, Turull, Forn y Rull se ponen en huelga de hambre mientras que sus compañeros quedan retratados como esquiroles o como golosones, pero nadie lo dirá en voz alta bajo pena de ser considerado un traidor a la patria.
Cuando el golpismo separatista se pone a dieta, a Gabriel Rufián le salen los chistes como más solemnes y con menos gracia. El ayuno prolongado lleva al cerebro a experiencias psicotrópicas, a un pleno conocimiento de sí o a un viaje lisérgico con flatulencias.
La huelga de hambre de Rull, Sànchez, Forn y Turull no contamina la atmósfera, no violenta las leyes pero tampoco pone un pozo de agua en el Cuerno de África. Se les agradece el detalle, pero ir de Gandhi a estas alturas nos parece de una cursilería sonrojante.