Pongamos que es usted un exitoso escritor de thrillers políticos al estilo de Tom Clancy, John le Carré, David Baldacci, Brad Thor o Vince Flynn. Pongamos, puestos a imaginar, que cuenta usted con un pasado como fontanero del presidente del Gobierno. Un pasado que le provee de ideas y anécdotas que, convenientemente retocadas y literaturizadas, acaban convirtiéndose en el sustrato de sus novelas de intriga política. Pongamos que es usted, en definitiva, un brillante urdidor de complejas conspiraciones políticas con unos cuantos cientos de miles de ejemplares vendidos.
Pongamos que usted, en plena crisis del folio en blanco, con el editor apretando con los plazos de entrega, ve llegar a su mesa las siguientes noticias procedentes de Cataluña en apenas una semana:
–Los CDR incrementan la violencia sus acciones y anuncian su intención de intensificar gradualmente la presión contra el Estado.
–Los CDR revientan un acto de Vox en Terrassa y se enfrentan a los Mossos d'Esquadra.
–Los CDR revientan los actos de homenaje a la Constitución en Gerona y se enfrentan a los Mossos d'Esquadra.
–El presidente de la Generalidad, cuya hija milita en los CDR, le exige a su consejero de Interior purgar a los Mossos d'Esquadra que han osado enfrentarse a los CDR.
–El consejero de Interior de la Generalidad afirma que no le temblara la mano a la hora de purgar a los Mossos que han osado enfrentarse a los CDR.
–Portavoces de asociaciones de mossos independentistas piden purgar a los agentes constitucionalistas del cuerpo, a los que consideran un obstáculo para la independencia de Cataluña.
–Los CDR anuncian la creación de los GAAR, una escisión violenta del grupo, cuyo objetivo es sembrar el caos en Cataluña.
–Los CDR bloquean la AP-7, una de las principales autopistas catalanas, durante quince horas. Los Mossos se abstienen de actuar contra ellos.
–Los CDR abren por la fuerza ocho peajes. Los Mossos se abstienen de actuar contra ellos.
–El presidente de la Generalidad de Cataluña defiende "la vía eslovena" (setenta y cuatro muertos, una guerra civil de diez días, pistoletazo de salida para la guerra de los Balcanes) como camino para la independencia de Cataluña.
–Toni Comín, prófugo de la Justicia en Bélgica, defiende la idea de que los ciudadanos catalanes "deben estar dispuestos a hacer sacrificios personales". También llama a "intensificar las acciones".
–Según una información de El Confidencial Digital, Quim Torra le exige a Pedro Sánchez el permiso del Gobierno para la compra de armas de guerra destinadas a los Mossos d'Esquadra a cambio de su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado.
–Los CDR anuncian su intención de asaltar por la fuerza el Parlamento catalán el 21 de diciembre, mientras el Gobierno celebra un Consejo de Ministros en Barcelona.
–El Gobierno duda acerca de la necesidad de enviar a Cataluña a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y decide confiar en los Mossos d'Esquadra.
Ahí, en las noticias citadas, todas ellos reales, se esconde el planteamiento de una novela (el conflicto previo, los actores de la trama, sus ambiciones personales, sus obsesiones y fanatismos) y hasta su nudo (el incremento de la tensión, el eslabón débil destinado a fallar en el momento más inoportuno, la grotesca inconsciencia de quien tiene el poder para detener la tragedia, la disposición de los elementos para el enfrentamiento final, la frágil calma antes de la tormenta).
Pero falta el desenlace. Sólo que este es tan chusco, tan irrisorio, tan caricaturesco, que ningún escritor mínimamente exigente con su trabajo lo consideraría apto como material novelístico. Porque ni siquiera en los thriller políticos más baratos, en los peor construidos y más increíbles, es concebible la existencia de un presidente del Gobierno con las características de Pedro Sánchez. ¿Qué lector iba a creerse a un personaje así?
Parezca mentira o no, ese thriller de serie Z existe. Se publica en El País, La Sexta, eldiario.es, La Vanguardia y la Ser. Se vende por folletos y es un bodrio de padre y muy señor mío. Pero millones de españoles lo compran a diario.